LOS SÁBADOS, CIENCIA

Alimentos y ciudadanos autóctonos

Los 'calçots' y el pan con tomate apenas tienen un siglo y son considerados como propios de la tierra

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PERE PUIGDOMÈNECH

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En un debate reciente, un participante se sorprendía de los pocos alimentos que usamos hoy en día y que crecen en nuestras tierras de forma silvestre. Realmente son tan pocos que nos cuesta imaginar lo que comía la gente que vivía en la península Ibérica antes de la llegada de los cultivos que venían de Oriente hace 3.000 o 4.000 años. Y nos cuesta definir lo que queremos decir cuando hablamos de cultivos tradicionales, dado que sabemos que tienen su origen a miles de kilómetros de nuestra casa. Es difícil hablar de variedades autóctonas de tomates o pollos, cuando hablamos de ciudadanos autóctonos las cosas se complican mucho más.

La palabraautóctonopro-viene del griego y significade la propia tierra. Esta definición, como casi todas, la podemos utilizar de muchas maneras. Si hablamos de un alimento autóctono, por un lado, debemos considerar la extensión del territorio. La pregunta es: ¿hablamos de qué se come o cultiva en un ámbito de decenas de kilómetros, de cientos o del planeta en su conjunto? Quizá debemos considerar el tiempo. Entonces, la pregunta es: ¿desde cuándo un alimento ha sido cultivado en un lugar? ¿Hace cien años, mil años, cien mil años? La complejidad de la situación es evidente para la mayoría de las especies cultivadas.

El tomate es una especie originaria del altiplano de Sudamérica, y de allí pasó a Centroamérica, donde la encontraron los europeos en el siglo XVI. Llevaron semillas a Europa, donde tuvo una aceptación difícil pero se impuso, primero en Italia y luego en España. Aquí usamos ahora variedades que consideramos nuestras pero que en algún momento u otro han venido de otros lugares. Un uso que consideramos tan nuestro como el pan con tomate se generalizó a finales del XIX. ¿Cien años es suficiente para considerarlo un alimento tradicional? Loscalçotstan nuestros parece que se inventaron en Valls todavía no hace un siglo. Es cierto que hay fresas en nuestros bosques, pero las que comemos ahora son un híbrido de especies americanas producido en Europa en el siglo XVIII y que la Universidad de California ha mejorado. ¿Hay alguna razón para impedir que consideremos autóctonas las fresas del Maresme?

Está claro que los humanos no somos tomates, ni cebollas, ni fresas. Los datos que tenemos ahora nos dicen que elHomo sapiensse formó en el sur de África y que un pequeño grupo salió de África hace unos 100.000 años y llegó a la península Ibérica hará unos 50.000. En su camino encontró muchos competidores. Había, por ejemplo, el hombre del Neandertal. Era el homínido autóctono de Europa, que se extinguió con la presencia del Sapiens. Desde entonces ha habido humanos en toda Europa, de los que sabemos que la base genética es reducida y que se ha ido mezclando de forma continuada por migraciones o invasiones. ¿Tenemos que definir a los autóctonos como los descendientes de aquellos que vivían en un lugar hace cien años, doscientos, mil?

La ciencia actual nos ayuda a distinguir las poblaciones examinando su ADN. Puede haber pasado que una especie llegó en algún momento a un lugar, se ha adaptado al entorno y se ha fijado allí una variedad que es apreciada. A veces no es fácil definirla, pero una vez hecho el ADN nos permite certificarlo. En Europa se han establecido sistemas de etiquetado que protegen denominaciones de origen, especialidades tradicionales o indicaciones geográficas. En el caso de un origen geográfico se necesitan sistemas de certificación, porque, en general, no hay diferencias de otro tipo. Estos sistemas dan un valor añadido al producto y permiten preservar variedades, sistemas de cultivo o regiones geográficas que sin este tipo de identificación no podrían competir en el mercado.

En la especie humana nos pasa algo parecido, pero con diferencias importantes. Nuestra base genética es muy reducida, sobre todo en aquellas poblaciones que salieron de África y que ahora pueblan Europa, Asia o América. A diferencia de las especies domésticas, no ha habido programas de selección que hayan aislado grupos con características diferenciadas, sino al contrario: el movimiento de poblaciones ha sido continuo. Un pequeño grupo se puede haber establecido en un lugar y haber fijado hasta cierto punto su base genética evitando las contribuciones externas. Esto, que para unos puede representar un empobrecimiento genético, para otros puede ser un valor cultural o político.

Hay sistemas comerciales que dicen si los individuos se parecen más a las poblaciones que viven en diferentes lugares del mundo, pero se trata de semejanzas estadísticas que tienen el valor que les queramos dar. De hecho, lo que define la nacionalidad en los países actuales son certificaciones basadas en quiénes son los padres, dónde se ha nacido e incluso a qué religión se pertenece. La definición de autóctonos para tomates, pollos o humanos son reglas arbitrarias fijadas en cada momento, son etiquetas que permiten que una población disfrute de alguna ventaja. Director del Centro de Investigación

Agrigenómica (CSIC-IRTA-UAB).