La gestión del espacio público

Alerta con las discusiones masificadas

En urbanismo, los eslóganes simplificadores contienen referencias conceptuales contradictorias

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ORIOL BOHIGAS

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En las discusiones masificadas sobre temas generales los conceptos básicos se refieren a razonamientos sintéticos y a menudo metafóricos en los que suele tener más fuerza la calificación implícita que la descripción. La neutralidad sentimental del conocimiento viene sustituida por la pasión del éxito final, aunque sea interpretado con analogías nubladas por los prejuicios socialmente establecidos. Sin esta pasión las masas no se mueven.

Esto es evidente en muchas controversias públicas y se nota mucho en las discusiones urbanísticas, especialmente a la hora de juzgar el proyecto de un espacio público, porque es un tema con intereses contradictorios. Al apoyar o rechazar un proyecto con las estrategias de la masificación, enseguida aparecen comparaciones que acaban centrándose en una sola imagen para hacer más eficaz el consenso beligerante. Pero esta imagen no tiene una interpretación unívoca, porque viene sobrecargada con otras representaciones que provienen de los prejuicios sociales conservadores.

Cuando se declara como síntesis proyectiva «una plaza dura», puede ser que el autor evoque un paisaje arquitectónico de alto valor urbano y, en cambio, un interlocutor lo imagine como un pedregal muerto y abandonado en el pesimismo suburbial. O cuando alguien se refiere a los valores humanos de una plaza tradicional de pueblo, algunos piensan en escenografías de zarzuela y otros en la miseria de la escasa confortabilidad de las ciudades viejas.

Veámoslo, por ejemplo, en las discusiones sobre los sucesivos proyectos para las Glòries de Barcelona. Aparte de algunas observaciones puntuales o técnicas, todo el mundo los explica con referencias aproximadas a ejemplos conocidos. Y estas referencias casi metafóricas -sin analizar profundamente su significado ni las cargas ideológicas, sin deshacer el lío de las diferentes interpretaciones según los intereses respectivos- son las que acaban explicando el modelo y las que se erigirán en bandera propagandística de las opiniones masificadas. Se oye decir: «Tiene que ser una plaza muy urbana, un polo de actividad como han sido hasta ahora todas las plazas centrales de las grandes capitales». «No puede ser un simple nudo circulatorio». «Hacen falta residencias e instituciones, comercios de proximidad y atractivos turísticos». «Tiene que ser un parque central que reduzca las tensiones de la densidad». Pero detrás de estas referencias suelen aparecer modelos urbanos muy diferentes de lo que se propone. Casi podríamos decir que solamente tienen en común la nostalgia de los aspectos más conservadores de una sociedad y una cultura anticuadas, aferradas al inmovilismo y vinculadas a los prestigios de las clases dominantes.

Quiero decir que casi todos los que dan por buenos estos modelos son los que aceptan acríticamente una especie de ciudad anticuada, en la que se potencia el valor social de la concentración artesanal por encima de las actividades y los instrumentos de la era industrial, la actividad densa del residente y el peatón, la expresión formal de la monumentalidad e, incluso, de la industria. ¿No hay que tener en cuenta que hoy en día la centralidad se consigue con un nudo circulatorio de gran envergadura -punto de referencia de metros, tranvías, trenes, autobuses, taxis- más que con la anulación del sistema por otro que ya solamente puede ser un disfraz nostálgico? ¿La actividad densa que se explica en las ciudades victorianas como una consecuencia de las formas sociales no puede ser ahora sustituida por un gran parque vacío que atenuase los inconvenientes ambientales de la urbanidad? ¿No podemos pensar en otro tipo de ciudad muy diferente de las metáforas sugeridas por el propio progreso?

Veo que tanto los que reclaman un paisaje urbano pintoresco, como los que quieren suprimir la prioridad representativa del nudo de circulaciones, como los que quieren una densidad de actividad tradicional y una abundancia de peatones integrados, solamente tienen en común una nostalgia de las formas urbanas conservadoras y las reclaman con la intención de volver al paraíso del tiempo pasado, como corresponde a una sociedad tan conservadora como la nuestra. Y es que se han utilizado unos eslóganes por su eficacia comunicativa, sin distinguir las diversas referencias conceptuales que contienen. Este es el peligro de considerar sin filtros las opiniones populares formuladas masivamente, sin conocer la influencia errónea de las metáforas. Arquitecto.