La clave

Alerta con la superioridad moral

ALBERT SÁEZ

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La primera mitad del siglo XX vacunó a Europa contra los totalitarismos, tanto de matriz nacionalista como internacionalista. Así, vivimos una segunda parte del siglo XX en la que Europa levantó un modelo de éxito inédito en la historia en el que se combinaban de manera altamente satisfactoria grandes cotas de libertad con unas dosis envidiables de igualdad. El triste espectáculo de Lampedusa, de Calais o del muro de Hungría evidencia la profunda crisis de ese modelo de éxito.  Se alzan voces que nos advierten acertadamente de las miserias que se acumulan hoy en el exitoso modelo de ayer. Se exacerban las respuestas xenófobas y se nos recuerda como la superioridad moral ha sido tradicionalmente la coartada de muchas barbaries nacionalistas. Es bueno estar siempre en alerta. Como lo es también cuidar el perímetro de la denuncia no fuera caso que hubiera más xenofobia y supremacismo en la valla de Melilla que en los estatutos de la Associació de Municipis per la Independència (AMI).

La banalidad del mal

Uno de los dramas de la superioridad moral es que, como otras muchas manifestaciones del nacionalismo, se banaliza hasta el punto de dejar de ser visible para quienes la practican. Pero no podemos olvidar nunca que ese peligro lo es del nacionalismo en tanto que forma parte de la condición humana como explicó magníficamente Hannah Arendt a propósito de la banalidad del mal. De manera que todo colectivo -con  independencia de que su cimiento sea la nación, la ideología o la religión- tiene el peligro de caer en la superioridad moral que en última instancia no es otra cosa que el preámbulo de la negación de la alteridad. Y en ese contexto, tan mezquino puede ser adherirse a la AMI para conseguir dos votos en un ayuntamiento como «borrar» la misa de un programa de fiestas si tienes 11 regidores sobre 41.

Emmanuel Levinas propuso la ética de la alteridad como vacuna contra la superioridad moral. Ponerse en el lugar del otro es más sabio que tratar de superarlo moralmente. Vaya que es recomendable en la red seguir a quienes no piensan como nosotros antes que bloquearlos. Igual les entendemos.