Patrimonio de la Inhumanidad

Pesará sobre la conciencia de Occidente el haber tolerado la masacre de civiles en Alepo, el éxodo de refugiados sirios y su exterminio en alta mar

ENRIC HERNÀNDEZ

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Alepo está siendo el escenario del más cruel acto de exterminio desde la matanza de Srbrenica. Hoy, como hace dos décadas, la comunidad internacional asiste impasible a la masacre de civiles inocentes a manos del régimen sirio de Bashar el Asad, escoltado y respaldado por los gobiernos de Vladimir Putin y Recep Tayyip Erdogan. Las Naciones Unidas alzan su tenue voz para denunciarlo, incapaces de atajar las matanzas, mientras Europa se encoge de hombros y Estados Unidos, con un presidente electo con evidentes veleidades prorrusas, mira para otro lado.

Espeluznan los testimonios de adultos y menores que, tras cinco años de guerra, se enfrentan a una huida incierta o a una muerte segura. Como el de Montjher EtakiMontjher Etaki: "Se están llevando a cabo ejecuciones masivas. Estamos siendo víctimas de un genocidio." O como el de la pequeña Yasmine Karmouz, Yasmine Karmouz que junto a medio centenar de huérfanos como ella clama entre los escombros suplicando compasión: "Esta puede ser la última vez que oigan mi voz."

Su triste destino se escribió hace mucho, concretamente en verano del 2013. El Asad, protegido y quién sabe si inducido por Putin, cruzó entonces la única línea roja que había fijado Barack Obama: el uso de armas químicas contra civiles en Damasco. Su secretario de Estado, John Kerry, dio por probados los hechos y el presidente Obama amagó con bombardear las posiciones de El Asad, pero la alharaca quedó en nada. Putin había echado un pulso a Estados Unidos y lo había ganado.

LA CONCIENCIA OCCIDENTAL

La debilidad de EEUU y las conquistas militares de los yihadistas del Estado Islámico (EI) le valieron de salvoconducto a Rusia para amparar los desmanes de El Asad. Y a Turquía, para bombardear posiciones kurdas en Siria so pretexto de combatir a los terroristas del EI. En suma, el caudillo sirio ha gozado de impunidad para proseguir sus atrocidades sin que Occidente rechistara siquiera.

Sobre las conciencias de las democracias occidentales pesará el haber tolerado primero el éxodo de refugiados, luego su exterminio en alta mar y ahora las ejecuciones masivas en Alepo, cuyas ruinas deberían ser declaradas Patrimonio de la Inhumanidad.