Alberto Núñez Feijóo, de lo malo lo mejor

EDUARDO LÓPEZ ALONSO

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La crisis del Partido Popular tiene más de interna que de externa. Pese a los escándalos y la consiguiente crisis de credibilidad, lo cierto es que parece que la masa silenciosa de la derecha sigue en sus trece y se muestra reacia a cambiar de aires. Ni siquiera un derechón renovado como Rivera parece capaz de dejar la bisagra y acercarse al pomo de la puerta de las mayorías. Mientras, lo que algunos han venido a llamar 'la revolución de los cuarentones' intenta dinamitar a la dirección y al tocado Rajoy para abrir opciones para los más jóvenes.

Pero hay algunos notables que han estado esperando su turno y ya no son pecisamente cuarentones. Entre ellos, destaca el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, que no está dispuesto a seguir la senda habitual en la España de los últimos años que es pasar de joven promesa a prejubilable sin oportunidad previa. Y es que Feijóo, pese a las fotos del pasado, esas en las que aparecía con alguna mala compañía en aguas gallegas (con el contrabandista Marcial Dorado, en 1995), sigue siendo de lo malo lo mejor. Y con diferencia.

Feijóo encarna esa derecha repartidora de privilegios entre los menos, como toda derecha que se precie, pero aporta un ánimo más o menos dialogante que suele ser agradecido por el resto. Su paso como gestor de la sanidad pública y después en Correos, en los tres primeros años del siglo, ya fueron una buena muestra de su perfil y competencia profesional.

Al frente de Correos le tocó bailar con la más fea, unos sindicatos ávidos de protagonismo y de jarana. Llegó, habló, negoció, marcó estrategias y transformó al gigante en competidor de libre mercado (pero sin privatizar). Cierto que parecía un hombre a veces nervioso, de sudor descontrolado y muy gallego en sus artes, pero al final conseguía lo que quería y supo largarse en el momento oportuno.

De rictus cansado, sus colaboradores siempre le reconocen no obstante la energía suficiente para volver al tajo de la negociación, de desplazarse o descender al origen del problema para poner solución al asunto. Su camino hacia Madrid está escrito, pero el papel que deberá asumir tendrá que negociarlo con las bases y arrebatárselo a las castas. Ya suenan las gaitas en Madrid.