El incierto futuro económico

¿Al borde de una recesión mundial?

Las dos grandes variaciones son el fin del dinero barato de la Fed y el cambio de modelo de crecimiento de China

JOSEP BORRELL

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Crece el temor a una recesión mundial, que ahora se llama “estagnación secular”. La elite globalizada reunida en Davos y los recientes informes del FMI y del Banco Mundial coinciden en ese temor, revisando a la baja sus previsiones de crecimiento global. Empujados por las bolsas chinas, los mercados están cayendo en casi todo el mundo. El dólar sube, el petróleo y las demás materias primas industriales bajan, y las perspectivas de los países emergentes empeoran.

En Europa, la atención política se ha desplazado al doble desafío del terrorismo y de la crisis migratoria, pero seguimos sin resolver los problemas de crecimiento y de empleo derivados de la crisis del euro. Añádanle las nuevas tensiones geopolíticas regionales, como las guerras en Oriente Próximo, el enfrentamiento entre Irán y Arabia Saudí y las tensiones en el Mar de la China para completar un escenario nada propicio al crecimiento. Cabría añadir la contribución española, y catalana, a esa inestabilidad política sino fuera porque somos demasiado pequeños para influir decisivamente el escenario global. Esta vez son los países emergentes, los que están en el corazón de la tormenta. ¿Pero qué ha pasado para producir esa sensación de vértigo coyuntural que se añade al temor de una ralentización del crecimiento de la productividad a largo plazo? Básicamente, el inicio del regreso a condiciones “normales” en dos de los grandes parámetros que gobiernan la economía mundial : la política monetaria en EEUU y el crecimiento económico en China. Después de muchas dudas sobre la solidez del crecimiento económico, la Reserva Federal (Fed) ha iniciado el fin de un largo periodo, 5 años, de tipos de interés en mínimos históricos, cambiando estructura financiera mundial basada en dinero hiperbarato. Una circunstancia que ha sido aprovechada por las empresas de los países emergentes para aumentar de forma espectacular su endeudamiento, al tiempo que perdían rentabilidad. 

OBJETIVO DEL PCCh

OBJETIVO DEL PCCh    La segunda vuelta a lo normal es la desaceleración del crecimiento en China. Oficialmente el 6,5 %, la tasa más baja de los últimos 25 años, pero suficiente, si se mantiene hasta el 2020, para conseguir el objetivo de duplicar la renta media del año 2010 y celebrar así el centenario de la fundación del Partido Comunista Chino. Pero es una previsión sometida a muchas dudas sobre su realismo y sostenibilidad. No es tan fácil pasar de una economía basada en la inversión y la exportación, hacia otra más basada en el consumo interno y los servicios. El Estado chino tiene grandes capacidades de acción política para relanzar o frenar la actividad económica, pero sus dificultades para controlar las crisis bursátiles de este principio de año muestran que no tiene ninguna varita mágica para controlar un aterrizaje suave en el que se pierden dos o tres puntos de crecimiento.

    Pero el problema no es China, o no solo China, sino el conjunto de los países emergentes, que representan el 70 % del crecimiento mundial. Según el FMI, el ritmo de crecimiento de su PIB se ha dividido por dos en los últimos cinco años. La desaceleración simultánea en cuatro de los cinco BRICS (Brasil, Rusia, China y Sudáfrica), que ya empezó en el 2015, va a continuar este año.Solo la India mantendrá un crecimiento superior la 7 %. Rusia y Brasil agravaran su recesión, en parte por culpa del petróleo y en parte por la crisis política. Sudáfrica podría ir un poco mejor, pero el crecimiento será átono y con serios problemas de déficit publico y comercial. El propio concepto de BRICS, inventado hace 15 años, parece ya superado por la nueva realidad de la economía mundial.

El comercio internacional, que se redujo en el en el primer semestre del 2015 por primera vez desde el inicio de la crisis, refleja esas debilidades. EEUU puede haber llegado ya a su pico de crecimiento, y en la zona euro parece consolidarse entorno al 1,7 %, gracias al euro débil frente al dólar y la reducción de la factura energética. Pero ese crecimiento es insuficiente para absorber los grandes niveles de paro que la crisis ha dejado como herencia en la periferia de Europa.  Todo parece indicar que el crecimiento mundial entra en un escenario estructuralmente mas débil que antes de la crisis. Las políticas monetarias ultra expansivas han generado un exceso de liquidez y acelerado los riesgos asociados a los rápidos movimientos de capital. Las desigualdades y las tendencias deflacionistas han disminuido la demanda. A pesar de todas las innovaciones tecnológicas, no aparecen grandes incrementos de productividad. Globalmente, hay un exceso de capacidad de producción. Haría falta una política  económica más coordinadamente expansiva para evitar que las tensiones sociales no agraven ese escenario económico. Pero el mundo carece de instituciones de gobierno global que lo hagan posible

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