Dos miradas

Ah!, Barcelona...

Hay momentos en que el dibujo del apocalipsis barcelonés está a punto de cruzar la frontera de la vergüenza

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Escucho al presidente Mas en la entrevista con la Terribas y percibo una crispación que no puede disimular ni con los recursos retóricos habituales. También está crispado Trias, que asumió con dignidad la derrota, y que poco después entró en la selva metafórica del exabrupto y la descalificación. Resulta que la evidencia, tres días después de las elecciones, es que la Colau da miedo y que lo que se trata es de recalcar con alarde alguno de sus defectos hasta llegar al peor ataque posible, a estas alturas. «Todo un modelo se va a pique». Esta es la consigna. Aquí entra su hipotética incapacidad para dirigir un buque tan difícil de maniobrar, la fuga del capital extranjero, la aniquilación del turismo y los problemas que habrá cuando una activista tenga que decidir sobre el orden público. La crispación llega al punto de establecer vínculos entre la violencia verbal y la física, como si lo que se decía en los mítines de BC fuera el motor de un odio ciudadano de consecuencias imprevisibles.

Hay momentos en que el dibujo del apocalipsis barcelonés está a punto de cruzar la frontera de la vergüenza, porque parece que se esté fraguando la tormenta de una renovada lucha de clases en una versión posmoderna, siglo XXI, de la Rosa de foc. Ya que me remito al pasado, tal vez no estaría mal que releyéramos a Maragall, al abuelo, quiero decir, Joan, y su reflexión en Ah!, Barcelona... Ah!, Barcelona...: «Lo que ens manca és l'amor».