Aguamiel

No sé si ustedes han probado el agua de Vilajuïga. Proviene de un manantial de la Serra de la Verdera y ha sido alabada por médicos y sibaritas, por dietistas, artistas y cocineros. Pla dijo que «está considerada para el riñón como la mejor de Europa». Tiene la cantidad justa de sales minerales y de oligoelementos para mantener un equilibrio corporal saludable, con una elevada dosis de magnesio, que es un poderoso antioxidante. Esta es la parte científica. La parte gastronómica (porque ciertamente lo es) nos habla de un sabor especial, sin gas pero con un deje de efervescencia, medio mortecina, medio apagada. No es un agua desbravada sino un líquido sabroso que proviene de la telúrica persistencia de las rocas imponentes del Cap de Creus.

No sé si ustedes la han probado, pero en cualquier caso, si quieren hacerlo, deberán darse prisa. La empresa embotelladora, centenaria, ha cerrado el negocio y ya solo se dedica a gestionar el retorno de los envases de vidrio. «Estamos tristes», ha dicho la alcaldesa de Vilajuïga, porque es consciente de que no solo desaparecen un negocio y unos puestos de trabajo sino la identidad entera de un pueblo que tenía el agua como bandera impoluta y nada insípida. A partir de ahora, beber agua de Vilajuïga será un lujo. Quizá incluso habrá un mercado negro de contrabando. Si aún encuentran una botella, hagan el favor de comprarla. Guárdenla en el rincón más ilustre de su bodega. O mejor: bébanla, como si fuera aguamiel.