Editorial

La agria disputa por los presupuestos

El problema entre la CUP y JxS estalla ahora, pero deriva del pacto contranatura que suscribieron tras el 27-S

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Si de aquí al miércoles no se produce un vuelco en la negociación, los presupuestos de la Generalitat serán tumbados en el Parlament y el Govern de Junts pel Sí (JxSí) se verá obligado a prorrogar los actuales. La CUP se niega a retirar la enmienda a la totalidad pese a que hasta el propio president se ha implicado personalmente en las negociaciones. La decepción de Carles Puigdemont es tan grande que ayer abandonó su prudencia y acusó a los anticapitalistas de «destructores» y «desgarradores» del proceso soberanista.

Los portavoces de JxSí reprochan a la CUP, para enfrentarla a sus contradicciones, que una prórroga conllevaría la pérdida de los 840 millones destinados a políticas sociales. Queda claro, sin embargo, que el envite no es económico ni social, sino plenamente político. La CUP exige la retirada de los presupuestos y la presentación de otros que signifiquen una explícita desobediencia al Estado y marquen el camino de la independencia. El Govern se halla así atrapado en un callejón sin salida donde, ocurra lo que ocurra, siempre gana el socio díscolo. Si se produce la retirada, la derrota del Govern es total, pero si al final se llega a un acuerdo basado en concesiones disparatadas, la victoria moral será también del partido antisistema. En la negociación, el Govern ha aceptado ya recuperar impuestos anulados o suspendidos por el Tribunal Constitucional, como el de los depósitos bancarios, el de las centrales nucleares o el de los pisos vacíos, y está dispuesto a desplegar la parte suspendida de la ley de pobreza energética y a aumentar el dinero de la ley de dependencia (20 millones) y a las guarderías (60 millones), y a reabrir ambulatorios. Ante estas concesiones, es legítimo preguntarse: si se podían aumentar estas partidas, ¿por qué se ha esperado a que lo exijan los cupaires Pero ni aun así, ni con mirar al otro lado para no condenar explícitamente la violencia en Gràcia, el Govern ha logrado convencer a sus teóricos aliados.

El problema estalla ahora, pero no es de ahora. Deriva del pacto contranatura suscrito tras el 27-S, que ya se cobró la cabeza de Mas a cambio de una estabilidad parlamentaria que, como se demuestra ahora, era ficticia. Como lo era la declaración rupturista aprobada el 9-N del 2015, que una parte (la CUP) se empeña en cumplir mientras la otra (JxSí) se enfrenta a la imposibilidad de aplicarla.