El sueño económico de Trump

Las bolsas mundiales caerán, a corto plazo, como ocurrió con el brexit. Pero que no cunda el pánico, lo que no es bueno para la democracia o la libertad no pasa necesariamente factura a la economía

OLGA GRAU

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Las bolsas mundiales caerán, a corto plazo, como ocurrió con el brexit. Wall Street apostaba por Hillary Clinton y las noticias imprevistas no agradan a los mercados. Pero que no cunda el pánico, lo que no es bueno para la democracia o la libertad no pasa necesariamente factura a la economía. Las reacciones inmediatas no siempre son lógicas y, desde luego, no son extrapolables a futuro. Prueba de ello es que la bolsa de Londres, cinco meses después del referendum del brexit, cerraba el martes en unos niveles más altos que el mayo pasado, aunque no se puede decir lo mismo de la evolución de la libra esterlina. 

El medio y el largo plazo lo determinarán las políticas que aplique Donald Trump al frente de la mayor potencia económica del mundo. De momento, una auténtica incógnita. El futuro inquilino de la Casa Blanca es un demagogo recalcitrante sin ninguna experiencia en la gestión política, ni siquiera a nivel de haber demostrado que puede llevar las riendas de una pequeña ciudad. Sus credenciales, como ha expuesto en su discurso de victoria, se podrían resumir en una promesa de reconstruir el sueño americano a base de proteccionismo y grandes dosis de populismo. "Los hombres y mujeres olvidados de nuestro país ya no será olvidados", ha dicho esta mañana.

¿Qué hay detrás del sueño económico de Trump? El programa del multimillonario contiene una fuerte rebaja fiscal del impuesto de sociedades del 35% al 15% (sea cual sea el tamaño de la empresa) y un marco fiscal generoso para que las multinacionales americanas en el extranjero como Apple o Amazon repatrien los beneficios. El coste del programa fiscal podría rondar los 6.000 millones de dólares. Es una auténtica incógnita como se financiará, pero Trump cuenta con ello para ganarse a las grandes corporaciones. Muchos sectores están satisfechos con sus propuestas, las petroleras ya se frotan las manos. 

El discurso de Trump es música a los oidos de muchos lobis económicos: ha prometido eliminar la agencia de protección del medio ambiente, promover la energía nuclear, no potenciar las energías verdes y acabar con todos los marcos regulatorios verdes que suponen un corsé para las empresas y aumentan sus costes, aunque sea a costa de dejar un mundo peor a las futuras generaciones.

El nuevo presidente de los Estados Unidos ha sido muy claro respecto a la política comercial exterior del país. Quiere renegociar los tratados de libre comercio con Canadá y con México y, desde luego, no firmará el Tratado de Libre Comercio entre la Unión Europea (UE) y Estados Unidos (TTIP). Curiosamente, coinciden con Trump en el proteccionismo antiglobalización los partidos de izquierdas europeos. Trump ha anunciado medidas para proteger a Estados Unidos de las importaciones chinas y ha prometido que subirá el salario mínimo federal. America para los americanos.

Diez años de crisis económica han dejado un mundo en el que las desigualdades entre pobres y ricos son cada vez más amplias. El reparto desigual de la riqueza es el caldo de cultivo de los populismos. Ayer fue el brexit, hoy es Trump, y mañana si nadie hace nada para evitarlo, Le Pen. Los que ganan, siempre los mismos. Y que suba la bolsa.