Una región joven y en transformación

África, más allá de las palabras

El continente crece, pero la riqueza apenas beneficia a una población sumida en un paro enorme

ANWAR ZIBAOUI

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Todos los meses vemos como jóvenes africanos desesperados se ahogan en el Mediterráneo o intentan  saltar la valla de Melilla tratando de llegar a Europa. La pregunta es lógica: ¿por qué el crecimiento del empleo en África es tan bajo si sus perspectivas de crecimiento económico son muy buenas?

El paisaje de África está siendo transformado, impulsado por el petróleo y otros recursos, financiado por los préstamos baratos de China y Japón y las remesas de la diáspora. En lugar de centrarse en las cuestiones de identidad y diferencia, el continente empieza a madurar. Tras las batallas del colonialismo y la era de los libertadores, ahora toca impulsar el crecimiento, concentrarse en el desarrollo y asumir la responsabilidad por el destino económico.

El 30% de los recursos naturales y el 60% de la tierra cultivable del mundo están en África. Pero esta riqueza ha beneficiado poco a la población de un continente en el que 400 millones de personas aún viven por debajo del umbral de pobreza y donde 200 millones habitan en estados frágiles o fallidos. El ingreso medio anual per cápita es de solo 1.000 dólares, pero los patrones de crecimiento varían mucho entre los diferentes estados.

La mitad de los países africanos han mejorado su calidad de gobierno, y eso ha beneficiado el clima de negocios y los servicios básicos, lo que se ha traducido en un aumento del nivel de ingresos y la caída de la pobreza: del 51% en el 2005 al 39% en el 2014. Unos 350 millones de africanos ganan ahora entre 2 y 20 dólares al día. En general, el pulso económico se ha acelerado, lo que ha infundido un nuevo dinamismo. El PIB combinado de las 50 economías africanas ha aumentado un 4,9% los últimos años. La clave no es solo el aumento de la producción y del precio de los productos básicos, sino que también crecen las telecomunicaciones, la banca y el comercio, la construcción o la entrada de flujos de capital. África también tiene otra gran ventaja: puede dar un salto tecnológico evitando muchas etapas.

Pero la región es vulnerable. Tiene graves problemas, como la pobreza, la enfermedad, la mortalidad infantil, el cambio climático, la corrupción, los conflictos étnicos y religiosos, algunas dictaduras corruptas... Y sin embargo, el desastre ya no es homogéneo y está siendo desafiado. La democratización, las reformas, la riqueza del petróleo y otros recursos naturales, el incremento de los niveles de educación y alfabetización y una urbanización en expansión han llevado a tasas récord de crecimiento económico la última década, aunque este crecimiento no se ha traducido en la creación de los puestos de trabajo necesarios.

La demografía, con 1.000 millones de habitantes -la mitad, menores de 18 años-, puede ser un dividendo o un desafío, dependiendo del acierto de sus gobiernos y la colaboración internacional. En el 2050, al ritmo actual, serán 2.000 millones, más que la India y China, Es decir, una persona de cada cinco en el mundo será africana, y también uno de cada cuatro trabajadores.

Durante la última década este crecimiento fue impulsado por la exportación de materias primas, que representa el 32% del PIB de África. El problema es que la venta de los productos básicos es intensiva en capital pero tiene poco impacto en el empleo local. Proporcionar las condiciones para crear empleo es urgente. Hoy, 8 de cada 10 africanos son trabajadores por cuenta propia y pobres atrapados en el sector informal. Y 12 millones de jóvenes ingresan en el mundo laboral cada año pero solo una quinta parte logra empleo.

África necesita integración y sigue sufriendo discriminación. Necesita inversión en infraestructuras, tecnología y educación. La mayor parte de sus recursos financieros están evadidos. Entre 1980 y el 2012 perdió entre 1.200 y 1.500 billones de dólares por la fuga ilícita de capitales o la corrupción, cifra que triplica la ayuda internacional recibida en el mismo período y supera la inversión extranjera anual. Si esta tendencia se invierte, se podrían resolver muchos problemas sin ayuda externa.

Apostar por la industrialización es un requisito. La industria representa el 10% del PIB africano. La agricultura, el 12%, pero significa el 60% del empleo, lo que indica que la riqueza de África no está donde está la gente. Esta es la paradoja de un mercado laboral débil. Abordar este tema complejo llevará tiempo, pero es un imperativo puesto que las verdaderas causas son estructurales.

África puede mostrar, como lo hicieron otras regiones, que en el desarrollo nada es inevitable, pero debe tener una visión clara de cómo crecer y cómo se utiliza el crecimiento en beneficio de la población, no de una pequeña élite. Debe resolver las contradicciones apostando por más justicia, libertad y dignidad para el hombre.