La rueda

Adiós, querido Born

Los vecinos figurantes ya podemos irnos a otro barrio, estorbamos a los visitantes turísticos

JULI CAPELLA

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Adiós, estimado barrio. Me marcho algo triste, pero sin nostalgia. Aterricé en tus maltrechas calles a principios de los 80. Nadie daba un duro por ti, acababan de desmantelar el mercado y reinaba cierta degradación. Me decían: «¡Uy, adónde vas!». Pero no me asustaba, venía del distrito quinto -del Chino, vamos-, y de joven el riesgo te aúpa. Al contrario, eras un barrio auténtico, vivo, muy variopinto, y me acogiste con hospitalidad. Poco a poco fueron llegando bohemios curiosos de Diagonal arriba, atraídos por tu singularidad. Y tus precios comenzaron a subir. Te pusieron guapa, pero tu antiguo mercado seguía vergonzosamente vacío. Te gentrificaron sin tú saberlo. Tras los Juegos Olímpicos ya eras el barrio chic. La especulación fue brutal. Los menos pudientes y los ancianos te abandonaron a la fuerza. Te inundaron de flagship stores y de artificiosos bares engañaguiris.

A principios del siglo XXI ya eras el fashion district, de obligada visita turística. El mercado seguía escandalosamente vacío mientras los políticos se peleaban por qué destino darle. Apenas quedaban tiendas de comestibles, ni peluquerías, ni panaderías. En el café de abajo, un día subieron los precios, quitaron las mesas y pusieron vasos de plástico «para los que pasan». Los alquileres subieron por las nubes. La invasión de los apartamentos turísticos trajo problemas de convivencia. Las terrazas se desmadraron por doquier. Ruidos nocturnos, vomitonas, robos... Sin exagerar, apenas se podía caminar por tus estrechas calles sin tener que sortear mil obstáculos. Tras 30 años, por fin encontraron un uso para tu mercado: propaganda turístico-política. Y te clavaron un ridículo banderón simbolizando tu tematización. Los vecinos figurantes ya podemos irnos a otro barrio, estorbamos a los visitantes.

Te agradezco los años que me acogiste y no descarto volver cuando te cures.