Geometría variable

Acuerdo 'in extremis' y cosido con alfileres

JOAN TAPIA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La valoración moral, o incluso económica, del acuerdo (cosido con alfileres) alcanzado por la UE para iniciar las negociaciones de un nuevo rescate a Grecia (el tercero desde el 2010) no puede hacerse sin tener en cuenta que el compromiso no se ha alcanzado en un mundo abstracto (o ideal) sino en el marco de los parámetros de la zona euro.

El euro es una moneda común (como el dólar en Estados Unidos) pero sin una autoridad política única (como el presidente Barack Obama o el Parlamento británico) y sin presupuesto común (el 1% del PIB frente al 30% de todo Estado que se respete). Además, el tratado fundacional de la unión monetaria prohíbe las transferencias. Por eso las ayudas -como las recibidas por Grecia, Portugal, Irlanda o España- tienen que darse en forma de créditos (no pueden ser donativos). Y los fondos necesarios se obtienen en los mercados con la garantía de los otros Estados, es decir de sus contribuyentes. No caen del cielo.

El tercer rescate a Grecia no podía salirse, pues, de la arquitectura interna de la zona euro, al igual que ninguna decisión española -o de los Estados Unidos- puede tomarse al margen de su Constitución. Las ayudas deben ser aprobadas -con un voto ponderado en relación al PIB- por los otros Estados de la eurozona. Y Alemania, Francia e Italia pueden vetarlas. Esas son las normas pactadas, que es posible que no gusten o que ignoren muchos comentaristas, pero que los gobernantes deben al menos conocer.

El Gobierno de Syriza salió elegido después de prometer algo contradictorio: que seguiría en el euro y que derogaría la austeridad pactada en los rescates previos. Por eso -para no quedar en ridículo ante susvotantes- no aceptó las condiciones para el desembolso del tramo final del segundo rescate (7.000 millones) y convocó un demagógico referéndum llamando «chantajistas» a los otros gobiernos europeos, los que le han prestado ya casi 300.000 millones. Tsipras pensaba que así fortalecía su dominio interno pese a que sabía que, inmediatamente después, tendría que admitir -para evitar la quiebra de los bancos y la salida del euro- las condiciones contra las que había hecho votar. Y el Parlamento le ha respaldado aunque con la defección de algunos diputados de Syriza (el radical Varoufakis se ausentó).

Pero todo ha cambiado. El segundo rescate fue enterrado (por Tsipras) y ahora precisa un tercer rescate de casi 90.000 millones que deberán salir del fondo europeo de solidaridad, el dinero que ponen los otros Estados. Es normal que estos miren con lupa el acuerdo, en especial los que han puesto más dinero (Alemania), los que son más pobres que Grecia (Eslovaquia y Lituania)o los que tienen euroescépticos en el Gobierno (Finlandia). Y Grecia no tiene otra opción que tragar porque caso contrario su sistema bancario quebraría. Tsipras lo tenía que haber tenido en cuenta

También hay -tras el referéndum y seis meses de Syriza- una total pérdida de empatía con el Gobierno griego. Y así como Tsipras recabó apoyo interno, ahora ni Merkel ni otros gobernantes quieren dañar el suyo y ser acusados de regalar dinero a Grecia.

Europa es así

Y lo peor es que el acuerdo todavía puede fracasar. En el Parlamento griego, o en el alemán, o en el difícil parto del crédito puente para que los bancos griegos puedan volver a abrir sus puertas.

Dicho esto, las condiciones son difíciles de cumplir y por lo tanto excesivas. Y se evidencia que el euro es solo una moneda única que no lleva obligatoriamente a la unión política. Los griegos son griegos (antes que europeos) excepto para recibir, y los alemanes son alemanes (antes que europeos) sobre todo a la hora de pagar. Europa es así, pero es la única que tenemos.