Las propuestas socialistas

El acuerdo federal en perspectiva

El texto de Granada es la pauta para transformar el modelo autonómico actual de la Constitución

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JOAQUIM COLL

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Es evidente que el documento aprobado hace unos días en Granada no puede contentar a los soberanistas, como tampoco a aquellos que confunden el federalismo con la confederación. El texto apuesta por un federalismo cooperativo y pluralista, ni más ni menos. Se trata de un paso relevante, porque nunca el conjunto del socialismo español había ido tan lejos.

Hasta ahora el federalismo era a lo sumo una retórica. El PSOE ha hecho suya la vía federal que le reclamaba a gritos desde hace meses el PSC. Algunos verán simple conveniencia y otros, mayor convicción. Seguramente estamos ante la combinación de ambas cosas. Como sea, el cambio es trascendente y no puede ser menospreciado.

Ahora bien, en Catalunya, el discurso político ha caído hasta tal punto en el pozo del romanticismo que hoy solo tienen eco los argumentos más radicales. El famoso derecho a decidir, por ejemplo, no tiene nada que ver con el federalismo. En realidad, como tal derecho no existe en ninguna democracia del mundo y, sin embargo, por aquí hay quien sostiene alegremente que para federarse primero hay que separarse, cuando la experiencia nos muestra que no hay ningún caso de secesión que haya dado lugar a una nueva unión federal, y que las confederaciones, o bien se han disuelto, separándose las partes, o han acabado siendo unidades políticas federales (el ejemplo de Suiza es paradigmático). Se trata de otra muestra de hasta qué punto el soberanismo ha acabado por confundir a muchos federalistas que asumen como prioritario la celebración de una consulta, incluso en el taumatúrgico 2014. Cosa diferente es que, al rechazar la metafísica nacionalista sobre la indivisibilidad de España, el federalismo no se oponga a que, llegado el caso, se pregunte sobre una posible secesión.

La experiencia de Canadá es en este sentido reveladora, particularmente tras la llamada ley de la claridad (2000), que establece las reglas de un proceso de estas características y que descarta, subrayémoslo, la validez jurídica de cualquier acción unilateral de ruptura. Con todo, no podemos olvidar que una consulta así siempre es un trauma para la sociedad que la experimenta, por lo que su celebración no puede ser la prioridad de alguien que de verdad persiga el federalismo.

El pacto de Granada no es un documento cerrado, sino un extenso dibujo de cómo debería acometerse una reforma constitucional para transformar el modelo autonómico en federal. Indica cuál es el punto de partida de los socialistas y su mínimo común denominador, de aquí la importancia de que haya sido aprobado por unanimidad, en un momento en que algunos vaticinaban la ruptura del PSOE con el PSC, cuya relación seguirá siendo compleja y crítica hasta que se apacigüen las tensiones territoriales, al margen del famoso protocolo. Su trascendencia y efecto no hay que buscarlos en el corto plazo.

El envite secesionista no se va a frenar el próximo curso; todo lo contrario, va a intentar ganar fuerzas para saltar el muro de la legalidad democrática. Tampoco el PP va a salir de su actual inmovilismo, pues lo fía todo a que se inicie pronto un cambio del ciclo económico, a queArtur Masse estrelle solo o empujado por ERC y, sobre todo, a que el escándaloBárcenasno finiquite aMariano Rajoyy su Gobierno. El pacto de Granada, pues, se ha contemplar en una perspectiva más amplia, cuando superemos este peligroso tiempo de espera hasta el 2015. Entre tanto, los socialistas han logrado ofrecer una imagen de unidad y de renovación programática, aunque la crisis es de tal magnitud que van a tener que hacer bastantes más cosas para recuperar la credibilidad.

Como todo documento fruto del consenso es objetable. Por ejemplo, no es suficiente con que se constitucionalice el nombre de las comunidades respetando la definición que cada una hace de sí misma en su estatuto (nación, nacionalidad, región, etcétera). El nombre de las lenguas debería figurar también en la Constitución, reconociéndoles su carácter cooficial en la Administración General del Estado, entre otras medidas. Es una cuestión básica para desarrollar un federalismo que asuma sin ningún tipo de complejos la pluralidad española. Es el tipo de aspectos que, aunque en el documento de Granada ya se apuntan, deberían enfatizarse en una reforma constitucional, pues en la actual desafección catalana hay razones, no solo fiscales, sino también emocionales desatendidas.

En definitiva, el pacto federal es un documento para después de la batalla, por ahora solo en forma de guerra de trincheras, que están librando el inmovilismo centralizador del PP y el secesionismo galopante que abanderaArtur Mas.En su defensa, los socialistas catalanes tienen suficientes razones para mostrarse desacomplejados, sobre todo ante el empantanamiento político que se avecina.