Acabemos con la cooperación de una vez por todas

Mariano Rajoy, junto a Ana Blanco, durante la entrevista del lunes en TVE.

Mariano Rajoy, junto a Ana Blanco, durante la entrevista del lunes en TVE. / periodico

MIQUEL CARRILLO

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Cuando el lunes el presidente del gobierno hizo balance de la legislatura en la entrevista de autopromoción que se autoconcedió en la cadena pública, no habló de la cooperación al desarrollo. Lógico, nadie habla de sus cadáveres, a no ser que estemos en el diván confesándonos ante nuestro psiconalista. Para él y su gobierno, la cooperación era una victima innegociable más del paquete de ajustes y 'el gran esfuerzo' que hemos hecho los españoles, como se dice en dialecto neoliberal. Para ser honestos, Soraya Rodríguez, ya nos avisó a las ONG cuando era Secretaria de Estado de Cooperación Internacional de la que se nos venía encima. Que hasta que no hubiera crecimiento económico en España nos olvidáramos de conseguir el mítico y totémico 0,7%. Se acabó la broma, que diría el otro, como si esto fuera un capricho de niños ricos. Ustedes no lo recordarán, pero llegamos a dedicarle el 0,51% del PIB, cuando nos dábamos codazos con Italia para ser la octava economía del planeta.

El Estado empezó a tirar lastre por la borda. Te quiero un huevo pero no me das votos, y además Morenés dice en el Consejo de Ministros que sabe cómo devolver la paz al mundo y crear puestos de trabajo en casa fabricando bombas. Seamos serios, acabemos con la cooperación de una vez por todas, pero que parezca una víctima de la crisis. Margallo, antes de dedicarse a internacionalizar la cuestión catalana, se quejaba de que Montoro no le daba más dinero para estas cosas, que ya querría él. Y Montoro no decía nada, porque las ONG no solemos hacer mal la declaración de la renta, nada que rascar por ahí. Y así hasta el final, cuando pareció que íbamos a remontar el vuelo. Venga, un extra, como quien se compra un traje nuevo para ir a la boda de compromiso, que tenemos que entrar en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Pero ni por esas. La Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo tiene para 2016 dos millones menos de euros en su ya de por sí jibarizado presupuesto. Se han pagado las facturas pendientes con organismos multilaterales y poca cosa más. Total, ¿para qué? Con la derogación de la Ley de Agencias, el pasado 2 de octubre, tiene sus días contados. Cuentan que ni siquiera se molestaron desde Moncloa en avisarles, nadie sabía nada en la Avenida de los Reyes Católicos.

Las consecuencias de no estar en el mundo y de no apostarle a la construcción de estados democráticos con la convicción, valentía y talonario a la altura de las circunstancias, las vemos todos los día en la tele, caminando por los Balcanes hacia nosotros. Preferimos venderle armas a estados de probada trayectoria antidemocrática como Arabia Saudí y racanearle fondos a organismos que se dedican a mediar en conflictos como el European Institute of Peace, según nos confesaban sus responsables esta semana en Bruselas. O poner bajo mínimos las partidas de ayuda humanitaria para el año que viene: suerte de la enmienda transaccional en el último momento para hacer algo digno con el cupo de refugiados que aceptamos a regañadientes. Por la de Defensa, no se preocupen, cuando estén en Sta. Pola bañándose nos autoconcedemos un préstamo para ajustar gastos.

Al final de una legislatura de desguace, lo peor es la sensación de no tener un plan, de no saber hacia dónde ir. Bueno, sí, hay uno, se llama Marca España y se dedica a hacer autocoaching y vender un país de anuncio, que todo el mundo sabe que no existe porque lee los periódicos, para supuestamente mejorar nuestras opciones en los mercados exteriores. La exportación nos hará libres, chicos, pero un país como el nuestro no puede dar estos bandazos. No hay campaña de marketing que lo disimule y lo sabéis.

Esto es lo que no contó nuestro presidente ayer en el último mitin ectoplasmático, como diría el cazafantasmas Bill Murray. Tampoco que la Coordinadora estatal de ONGD mandó al garete al gobierno, dejando de participar en lo sucesivo en la discusión del autodenominado “Marco de relación Administración- ONG de Desarrollo”. No hay cooperación, no hay galletas. En enero veremos cómo salimos del pozo.