La herencia de las dos Españas

El abuelo de Rita Barberá

Aunque solo sea por respeto, deberíamos dejar tranquilos a nuestros antepasados o recordarlos a todos

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TONI Mollà

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Acabo de de aterrizar en Valencia después de pasar cuatro meses en Estados Unidos. Durante mi estancia en Providence, Rhode Island, he intentado mantenerme al margen de la vida tóxica de mi tierra, tan preñada de discusiones ontológicas y disputas guerracivilistas. Al parecer, en el fragor de la ya pasada campaña electoral el Molt Honorable President de la Generalitat Valenciana,Francisco Camps,cometió el desliz (?) de arremeter contra el presidente del Gobierno de España acordándose de su abuelo, el capitán republicanoJuan Rodríguez Lozano,fusilado en 1936 por ser un militar demócrata. Según dijo mi presidente, el desconocimiento de su abuelo provocó una falta de ternura y de cariño en la educación sentimental deRodríguez Zapatero que ha lastrado su obra de gobierno y la empatía con sus gobernados.

Volé a Boston el 20 de enero para incorporarme como profesor visitante en la Universidad de Brown solo tres días después de la muerte de mi padre. Poco antes de esta última aventura americana, tuve el honor de recibir de manos de la alcaldesa de Valencia, la popularRita Barberá Nolla-pareja ideológica deFrancisco Camps-, el premio de narrativa Ciutat de València por la obraMés enllà de San Francisco,que cuenta mis peripecias viajeras por California durante la campaña que llevó aBarack Obamaa la Casa Blanca. Mi padre, con una salud ya muy quebrada, insistió en acompañarme durante el acto de entrega de premios en el salón de plenos del Ayuntamiento de Valencia con el único objetivo, según me confesó, de saludar y tener una charla con la alcaldesa si se presentaba la ocasión. El tema me intrigó sobremanera, porque mi padre era militante radical de la contención y el silencio protector. El recuerdo vuelve ahora a mi mente de forma insistente. Cuento la escena en su memoria, todavía aturdido por su pérdida, y una vez agotadas las urgencias electorales.

Mi padre y yo somos naturales de Meliana, un pueblo en pleno corazón de la huerta valenciana, donde el emprendedor catalánMiquel Nolla Bruixet(Reus, 1815 - Meliana, 1879), antepasado por vía materna de la alcaldesaRita Barberá Nolla, instaló su fábrica de mosaicos policromados a mediados del siglo XIX, una industria que triunfó por su innovación productiva y la conquista de mercados exteriores con un producto de gran calidad y belleza. Desde una antigua alquería, el empresario catalán pasó en pocos años de 20 a 500 trabajadores, lo que transformó nuestro término municipal y nuestro paisaje humano. Mosaicos Nolla consiguió gran proyección mundial, y personalidades como losRomanov,el generalPrime incluso el reyAmadeo de Saboyavisitaron nuestro pueblo para conocer aquella isla industrial entre alcachofas, habas, patatas y naranjos, que eran los productos de nuestro entorno. De donMiquelnació otro donMiquel-conocido en Meliana como«el senyoret»-, abuelo materno de la popular alcaldesa de Valencia. El segundo donMiqueldio trabajo a todo el proletariado local, que se especializó en la fabricación y la instalación de mosaico por medio mundo. Entre el proletariado a sueldo deNollaestaban todos mis antepasados paternos,gent de saquet, que es como conocemos en mi país a los trabajadores que no poseían tierra y tenían que vender su fuerza de trabajo a la incipiente industria.

Según nos explicó mi padre aRita Barberá y a mí en el salón de Cristal del ayuntamiento, durante los primeros días de la guerra civil algunos exaltados del bando rojo le quisieron hacer elpaseoalsenyoretde Mosaicos Nolla, que pidió ayuda a algunos de sus trabajadores. Mi abuelo paterno,Higinio Mollà,y un par de amigos -republicanos, militantes del Partido Autonomista deBlasco Ibáñez- estuvieron durante más de un año visitando cada noche alsenyoreten su casa, en plan escudo humano, para prevenir las fechorías de cierto comité,

táctica defensiva que se llevó a cabo con éxito. Mi padre se lo contó aBarberáemocionado y orgulloso por la buena acción de su progenitor. Al terminar la guerra, mi abuelo paterno fue condenado a unos cuantos años de cárcel que cumplió en Sant Miquel dels Reis, actual Biblioteca Valenciana, acusado, como tantos otros, de delitos inexistentes y sin que nadie intercediera por él. Cuando salió de la cárcel, huyó a Francia y, claro, no pudo darme la ternura y el cariño que yo, comoRodríguez Zapatero, echo en falta. No sé si el abuelo catalán deRita Barberávivió para conocer a su nieta y transmitirle estos sentimientos. Pero, como nos explicaba mi padre aquella noche fría de diciembre a ella y a mí, sin el comando pacifista de nuestra familia,Rita Barberáno hubiera sido engendrada ni concebida, y Valencia se hubiera perdido a su carismática y ya eterna alcaldesa. Ahora, ante las referencias de mi presidenteFrancisco Campsal abuelo deRodríguez Zapatero,revivo con emoción aquella charla con mi padre y la alcaldesaBarberá Nolla mientras compartíamos una copa de cava, no me fijé con qué denominación de origen. Aunque solo sea por respeto, deberíamos dejar a nuestros abuelos tranquilos. O recordarlos a todos, claro, con ternura y cariño. Periodista.