Consulta soberanista

9-N, testimonio personal

El día de la consulta, cuando acabamos el programa de Catalunya Ràdio, yo y mi equipo rompimos a llorar por tantas horas de emoción contenida

SÍLVIA CÓPPULO

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«Si hay algunos disturbios y destrozos, si han cerrado colegios o, justo lo contrario, si se vota con libertad y alegría, tenemos que saberlo explicar muy bien. La gente amanecerá y pondrá en el dial Catalunya Ràdio para captar el tono vital del país hoy, 9 de noviembre del 2014. Tenemos que estar dentro del autocar que traslada a las personas de un pueblecito a otro donde hay un centro electoral, sentarnos al lado del taxista que voluntariamente recoge a personas mayores, ser la nieta que empuja la silla de ruedas de su abuela, el chico que hoy cumple los 16 y vota por primera vez o las voces emocionadas que dedican precisamente su voto a los que han perdido la vida luchando por nuestra democracia. De Pontons a Gràcia, de El Vendrell a Girona, y de Sídney a Londres, a Silicon Valley o a un rincón de Suráfrica, hay catalanes que hoy quieren depositar su voto simbólicamente en una urna. Hoy es un día histórico y tenemos que estar a la altura del país».

Aquel 9-N, antes de las ocho de la mañana, dirigí estas palabras a mi equipo. Más de 120 conexiones nos dieron la dimensión de un día en el que nunca imaginamos que más de 2.300.000 personas votarían. Sentí orgullo de la capacidad de organización y de la voluntad decidida y democrática de mi país. Todos los compañeros tuvimos los ojos tan abiertos y el corazón tan vivo, que la transmisión, como aquella jornada, fue un éxito. Cuando acabamos, rompimos a llorar por tantas horas de emoción contenida.

Hoy, desde la perplejidad, me pregunto: ¿cómo explicaremos a nuestros nietos que al president Mas, a la vicepresidenta Ortega y a la consellera Rigau les juzgue un alto tribunal? ¿Cómo argumentaremos que los acusen de haber cometido delitos más de 40 años después de que supuestamente se haya terminado la dictadura? Votar es la primera acción que define a la democracia. Juzgar a los cargos electos por haber escuchado a la mayoría es la escenificación de fuerza de las estructuras de otro Estado. Nada que ver con él. Pero todavía todo por hablar con él.