Al contrataque

31.600

Sandra Barneda

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Podría corresponder a un número de la lotería premiado, pero ha ofrecido una fortuna distinta y que, si no se tiene o se pierde, se da por sentada. El derecho a ser tratado por igual, el derecho a ser reconocido como un ciudadano que goza de la misma justicia que el resto. Este número corresponde a ese contador que hace diez años se ponía en marcha tras la lucha de muchos, el esfuerzo, el tesón de tantos y el acierto de un Gobierno. Lo digo porque previamente hasta cinco propuestas se presentaron en las legislaturas de mayoría popular y fueron todas ellas rechazadas.

Hoy hace una década, el 1 de julio del 2005, se modificaba el Código Civil en materia de derecho a contraer matrimonio para incluir a las parejas del mismo sexo. La ley del matrimonio homosexual hizo posible en España el matrimonio igualitario y que el país se convirtiera en uno de los pioneros y a seguir. Este miércoles se da el pistoletazo de salida de las célebres fiestas del Orgullo en Madrid, con una mirada al pasado y la ilusión de las 31.600 parejas -datos hasta el 2014- que han podido pronunciar entre lágrimas y alegría el «sí quiero» bajo los designios de la ley que les ampara. Fue el principio de otra España, en la que esas parejas pudieron acceder a créditos mancomunados, heredar entre sí, adoptar o tener custodia hospitalaria, entre otros muchos derechos. En este tiempo se ha modificado la imagen de la familia y ha evolucionado una sociedad que, aunque recibió con gusto la ley, sentía la extrañeza de lo nuevo.

Ha pasado tiempo y el camino debe continuar para evitar la discriminación y una homofobia que parece resistirse a desaparecer, y seguir construyendo una sociedad diversa, más libre y respetuosa. Esta misma semana, una parroquia de Sevilla ha retirado de su web un texto sobre cómo «sanar» la homosexualidad y ha pedido «disculpas a las personas y/o colectivos que se hayan podido sentir ofendidos por la desafortunada entrada». Aquel 2005 se aprobó una de las leyes en materia civil más importantes de las últimas décadas. Sin embargo, ha tenido que pasar tiempo y la aprobación del Tribunal Supremo de Estados Unidos para ver que los logos de muchas empresas, monumentos o usuarios de red se teñían con el arcoirís y para poder contemplar que, sin complejos ni tapujos, en ayuntamientos pequeños y grandes, como los de Madrid o Barcelona, cuelga una descomunal bandera.

Educar por la diversidad

Son numerosos los países que siguen matando, condenando y persiguiendo la homosexualidad. Hay mucha labor que hacer en educación por la diversidad. Es necesario seguir caminando juntos y perseguir cualquier tipo de discriminación, cualquier abuso hacia las minorías, cualquier atrocidad cometida en razón de raza, orientación sexual o género. Solo así enarbolaremos juntos la mayor de las banderas: la de la libertad.