Un Gobierno que gobierne

España necesita una mayoría sólida para lidiar con la UE y afrontar urgentes reformas económicas e institucionales. Señores candidatos, es su turno

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ENRIC HERNÀNDEZ

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Como al alumno perezoso, a España se le acumulan los deberes por hacer mientras se entretiene en el jardín de la ingobernabilidad. Jugó Mariano Rajoy al ratón y el gato con la Unión Euroea en el 2012, posponiendo los ajustes exigidos hasta después de las elecciones andaluzas. Y luego reincidió: tan pronto como se lo permitieron el dinero barato y el petróleo en mínimos históricos, precipitó una rebaja fiscal con vistas a las elecciones del 20-D. ¿Resultado? Desplome de la recaudación tributaria y enésimo incumplimiento de los compromisos de reducción del déficit, todo ello con la deuda pública por encima del 100% del PIB. El desgobierno de un país en funciones enerva a los 'hombres de negro', mientras los prestatarios internacionales afilan el hacha de los recortes y la multa que impondrán a España tan pronto como haya un Ejecutivo al que infligir el castigo: un ajuste de 8.000 millones de euros y una sanción de otros 2.000, a ejecutar en un plazo no superior a los 18 meses. Ahí es nada.

El resultado electoral del 26-J tiene algo de espejismo: despeja la incógnita sobre qué partido llevará las riendas del país, pero persisten las dificultades para conformar un Gobierno estable. Aunque el PSOE y Ciudadanos permitieran al PP gobernar en minoría, hipótesis que por ahora descartan, Rajoy carecería de la fortaleza parlamentaria imprescindible para aprobar en las Cortes las durísimas reformas que le está exigiendo Bruselas. Bajo la tormenta del 'brexit', Alemania no puede permitirse más concesiones que puedan provocar una estampida en las filas de la UE. Ni con el prófugo Reino Unido, ni con una España a la que se empieza a identificar, de nuevo, como el enfermo europeo.

España necesita un gobierno que gobierne. Esto es, una mayoría parlamentaria lo suficientemente sólida como para lidiar con sus acreedores e impulsar cuantas reformas económicas e institucionales sean precisas para atajar sus principales problemas. A saber: el fraude fiscal y la inequidad del sistema tributario; la sostenibilidad del Estado del bienestar , con especial atención al modelo educativo y al oscuro futuro de las pensiones; la endeblez de un modelo de productivo incapaz de generar empleos estables y dignamente retribuidos que estimulen el consumo y engrosen la raquítica recaudación fiscal; la corrupción sistémica de los partidos; la superposición de estructuras administrativas onerosas e ineficientes; y el debate territorial, con el independentismo catalán como primer desafío. Señores candidatos, es su turno.