La rueda
Cómo me gustan esos hombres
Los que te cogen por la cintura y te arrastran, sin mediar palabras, a dar unos pasos de baile. Los que, al verte entrar, se molestan en mirarte y te dicen algo agradable, una frase para recordar cuando lleguen tiempos peores. Los que aún hoy, a pesar de tanto pensamiento políticamente correcto, se atreven a invitarte al café. Hombres llenos de contradicciones, a veces buenos y otras peores, a los que las mujeres no les asustan, que se acercan a nosotras tranquilamente, con admiración, afecto, interés, incluso deseo. Si alguna les malinterpreta, qué se le va a hacer; no insisten, pero tampoco se justifican. Les gustan las señoras y se alegran al verlas. Eso es todo. Más de lo que cabe esperar.
Hace tiempo, en un ascensor que tardaba siglos en subir, uno de esos señores se quedó mirándome -yo acababa de cumplir los 15, vestía uniforme y me recogía el pelo con una cinta azul- y dijo: «Cómo me gustaría tener 40 años menos y coincidir contigo en un ascensor». Tranquilos, iba acompañada de mi abuela, que le contestó: «No sueñe, querido vecino, el ascensor nunca pasa dos veces». Y ambos, ante mi asombro adolescente, se pusieron a reír a carcajadas. Muchos días, cuando salgo de casa, al mirarme en el espejo del recibidor y ver que las ojeras me llegan al ombligo, recuerdo a aquel atractivo cincuentón. Salgo a la calle escondida tras mis gafas de sol, pero sintiéndome mejor.
Da igual que se fijen en tus piernas, admiren tu nuevo vestido, disfruten hablando contigo o, simplemente, quieran ir al cine o trabajar en el mismo proyecto; con esos hombres que aman a las mujeres, aunque no sean de los que disfrutan acostándose con ellas, da gusto coincidir en la vida. Lo pensé la otra noche, durante la ceremonia de los Oscar, viendo aKirk Douglasrodear con un brazo el cuerpo de la sonrienteMelissa Leo,mientras con el otro se sujetaba al bastón. Cuando oigo a un señor así, a un actor de 94 devastados pero fabulosos años, decir «me encantan las mujeres», siento ganas de aplaudir. Cómo me gustan los hombres que envejecen bailando, agarrados a tu cintura.
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