Opinión | EDITORIAL

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La escalada de los desahucios

La opinión del diario se expresa solo en los editoriales. Los artículos exponen posturas personales.

En el 2010, los tribunales expropiaron a 250.000 personas que habían dejado de pagar sus hipotecas. Los efectos de la crisis en forma de paro, que aún se harán notar durante este año, y la subida del euríbor hacen temer que esa cifra aumente. Los desahucios se producen bajo el amparo de las leyes, que son muy claras. El aval de un préstamo para adquirir una vivienda no es solo el inmueble, sino que incluye las rentas y el resto del patrimonio de quien lo suscribe.

La pronunciada caída de los tipos de interés que acompañó la incorporación de España al euro generó una escalada de precios de los inmuebles que deslumbró a todo el mundo: bancos, cajas y ciudadanos. Las subidas se prolongaron tanto tiempo que llegamos a pensar que sería para siempre, que se habían acabado los ciclos. En consecuencia, endeudarse hasta el límite siempre tendría el salvavidas del bien que se dejaba en prenda, cuyo valor aumentaba cada año al ritmo de dos dígitos. La banca, por su parte, fue víctima también del espejismo. Cómo entender si no aquella política de alegría y despreocupación que ahora le ha llenado el balance de edificios y solares sin salida y que amenaza su propia supervivencia.

Ahora bien, está claro que cuando se aplica la ley y se llega al desahucio, siempre es el particular, el hipotecado, el que sale perdiendo. No solo porque se queda sin vivienda, sino porque en muchos casos tiene que seguir pagando la pérdida del valor que ha sufrido el piso entre el día de la escritura y el momento del embargo.

En estos momentos, se promueve una iniciativa legislativa popular (ILP) para que la ley permita que la entrega del inmueble acabe con la deuda. Los grandes partidos deberían apoyarla, no para perjudicar los intereses de la banca, sino para equilibrar el reparto de daños. Es posible que la condición para que ese proyecto salga adelante sea que las hipotecas se encarezcan. Pero habría que añadir que las tasaciones se hinchen menos, que no se concedan hipotecas por el 100% del valor del inmueble y que los compradores obtengan mejor asesoramiento. Y también se podrían estudiar fórmulas intermedias, como dejar de inquilino al propietario aun después del desahucio, de forma que la mora no crezca y que el cliente no se quede en la calle.