El epílogo

No corras, papá

JUANCHO DUMALL

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En junio de 1972 el entonces ministro comisario del Plan de Desarrollo,Laureano López Rodó, fue fotografiado en bicicleta cuando, con un impecable terno gris, se dirigía a una de las reuniones de la cumbre de Estocolmo sobre el medioambiente. La imagen, insólita en aquella España rancia en blanco y negro, tuvo un fuerte impacto en la opinión pública.

Que un señor tan serio como donLaureano, tecnócrata y del Opus, acudiera en bici a un acto oficial, con el portafolios atado detrás del sillín, era una extravagancia -solo comparable a la deFragaen bañador en la playa de Palomares-, pero también un golpe de efecto que apelaba a no usar los coches en el centro de las ciudades. Algo inaudito en la España autoritaria, donde los políticos eran poco dados a la pedagogía. Firmaban decretos y se acabó.

La decisión del Gobierno de reducir el límite de velocidad a 110 kilómetros por hora ha sido, como la foto del ministro deFranco, un aldabonazo que ha puesto ante los ojos de una sociedad medio noqueada por la crisis una realidad inquietante: seguimos viviendo por encima de nuestras posibilidades en materia de consumo energético. Los expertos discuten ahora cuánto va suponer de ahorro real esa medida. El Gobierno habla de un 15% para los coches de gasolina, pero otras fuentes limitan el impacto al 3%. Ahora bien, más allá de los porcentajes, el anuncio hecho el viernes por el vicepresidenteRubalcabaha servido para poner sobre el tapete que la fiesta se acabó. La economía española no puede resistir por mucho tiempo unos precios del petróleo muy por encima de los 100 dólares el barril. Ese es el mensaje, impopular y antipático, que el Gobierno hace bien en trasladar a la ciudadanía.

Ocurrencia

Para que esa medida no quede en simple ocurrencia -como la rebaja general de 400 euros en el IRPF o las bombillas del ministroSebastián- debería ir acompañada del impulso de un gran pacto político para desarrollar una estrategia energética sostenible que nos evite tener que echar el pie al freno cuando el accidente ya es casi inevitable.