El necesario género biográfico

Buñuel-Sender, o lo que se cuenta a medias

La relación entre los dos creadores aragoneses fue difícil y merece ser investigada en profundidad

Buñuel-Sender, o lo que se cuenta a medias_MEDIA_2

Buñuel-Sender, o lo que se cuenta a medias_MEDIA_2

IAN GIBSON

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Las biografías son necesarias, entre otras razones, para complementar las memorias, que suelen ser muy selectivas, intencionadamente o no. El caso deGerald Brenanes muy ilustrativo al respecto. A juzgar por el testimonio de los libros autobiográficos del gran hispanista, estaríamos ante un considerable donjuán, un hombre curtido no solo en las batallas de las trincheras de Flandes sino en las amorosas. Sin embargo, en su magnífica biografía del autor deEl laberinto español,Jonathan Gathorne-Hardyha demostrado que la impotencia, nunca mencionada porBrenanen sus libros de memorias, fue para él una dolorosa y tenaz realidad, fuente de verdaderos estragos en su vida emotiva y sexual.

Otro caso notable es el deLuis Buñuel. Repleto de anécdotas, sabiduría, humor e ironía,Mi último suspirose lee muy bien, eso sí. Pero apenas revela nada en cuanto a los ocultos resortes psíquicos, a las angustias y obsesiones que movían al aragonés y alimentaban sus películas. Homófobo,Buñuelevita mencionar en el libro la condición notoriamente gay de su hermano menorAlfonso, condición que seguramente le consternaba. Y cuando es cuestión deFederico García Lorca, todo se embrolla y tergiversa, así como la tremenda labor de zapa utilizada por el cineasta en ciernes para apartar aDalídel granadino.

Pero el aspecto deBuñuelque aquí me concierne es su relación con el también aragonésRamón J. Sender, con quien coincidió durante dos años en el instituto de Zaragoza. Tenían casi la misma edad:Buñuelnació en 1900,Senderen 1901. El futuro novelista había llegado al instituto, después de un curso en Reus, en el otoño de 1914. CuandoBuñuelingresó allí aquel otoño (tras abandonar a los jesuitas),Senderya había publicado enLa Crónica de Aragón, con solo 15 años, una serie de relatos bastante comentados en la ciudad. En la revista escolar que ayudó a fundar en el instituto dio a conocer un artículo sobreKropotkiny susMemorias de un revolucionarioque le atrajo las iras de la dirección. Así como las provocaba, en general, su comportamiento «subversivo». En el otoño de 1917 se vio obligado, por dichos motivos, a trasladar sus estudios a Alcañiz, ubicado a 16 kilómetros de la Calanda natal deBuñuel. De todo elloLuisestaba necesariamente al tanto.

Creo no equivocarme al aseverar que el nombre deSenderno aparece una sola vez enMi último suspiro.En ninguna de las numerosas entrevistas que le conozco aludeBuñuela su relación conSenderen el instituto. Sí recordó, preguntado porMax Aub en los años 60, algún mínimo encuentro con el escritor en el Madrid inmediatamente posterior. Pero sin mencionar para nada su probable coincidencia en los círculos anarquistas que frecuentaban ambos. Hay que suponer, por otro lado, que era consciente de queSender, siguiendo la pauta establecida en Zaragoza, publicaba artículos y poemas en distintos diarios y revistas de la capital.

¿Y después? Alguna referencia, en general despectiva, alSenderde los tiempos de la guerra civil. Y, hablando otra vez conMax Aub, el revelador comentario: «EseSenderno me es simpático. Solo me gusta una novela suya sobre un error judicial, que, por cierto, no me acuerdo de cuál es».

No era sorprendente que a aquelBuñuelya no le fuera simpático su paisano. Para entonces este había publicado su magna novela autobiográficaCrónica del alba, en cuyo cuarto tomo,El mancebo y los héroes(1960), las alusiones altamente despectivas a quien fuera compañero suyo en Zaragoza son diáfanas, hasta el punto de llamarlo por su propio nombre (si bien con el apellido cambiado). «En la clase -recuerda José Garcés, narrador de la novela- se sentaba detrás de mí un chico grandullón de ojos saltones negros y rasgados. Ojos de caballo o de yegua. Desde el primer momento aquel tipo, que se llamabaLuis, me fue desagradable. Buscaba muchachos más jóvenes que él y tenía un rasgo de carácter grotesco. Grande y caballuno como era, hablaba de su madre como un bebé».

Garcés insiste sobre los ojos abultados del muchacho, rasgo definitorio deBuñuel, y en otro momento le llama «el bellacón de los ojos de yegua».Luisvive, comoBuñuel, en el paseo de la Independencia. Y, como a este, le gusta mucho pegar.

¿LeyóBuñuella novela? Parece difícil que no lo hiciera. Cabe inferir que alguien le pondría al tanto de las evidentes alusiones peyorativas a su persona que contenía el libro, y que en absoluto le serían indiferentes, como tampoco la evocación de experiencias adolescentes compartidas, desde el cine hasta las huelgas. Además, es interesante la similitud entre el «me fue desagradable» (Sender) y el «no me es simpático» (Buñuel).

No sé si, entrebuñuelistasysenderianos, alguien ha investigado en profundidad la a todas luces difícil relación de los dos creadores aragoneses. Es de las que hacen las delicias, desde luego, de los curiosos impertinentes que profesamos el oficio de biógrafo. Escritor.