Opinión | editorial
Balance positivo de la ordenanza cívica
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El balance de los cinco primeros años de la ordenanza de convivencia del Ayuntamiento de Barcelona indica que se está en el buen camino, aunque la percepción de los vecinos de las zonas donde se producen con más frecuencia los actos incívicos que castiga la norma no sea exactamente esa. La correlación entre el número de sanciones y los efectivos policiales disponibles a pie de calle a lo largo de estos años parece indicar que la eficacia de su aplicación tiene más que ver con la mejora de las dotaciones de la Guardia Urbana y la policía de proximidad que con la estricta voluntad política de los responsables municipales.
No obstante, la visión de quienes habitan los barrios más afectados pone de relieve que aún hay mucho trabajo por hacer y debe servir para que el consistorio tome nota. Una ciudad que registra 12 millones de pernoctaciones anuales, un alud turístico que afortunadamente va en aumento, debe saber que para mantener y elevar si es posible la calidad de esa actividad no solo tiene que cuidar la oferta estrictamente turística, sino que debe conservar un entorno urbano amable, cuidado y seguro. Barcelona, con fama por sus atractivos culturales de todo tipo y por su ambiente de fiesta, según recogen las encuestas a sus visitantes, debe aspirar a parecerse a otras capitales europeas también en el civismo. Las más de 500.000 denuncias que se han producido en estos cinco años al amparo de la ordenanza son pocas, según el ayuntamiento, porque si a la población flotante se le suman los 1,6 millones de personas que viven en la ciudad sale una proporción muy baja. Es posible, pero el tipo de actuaciones que encabezan elrankingde sanciones -venta ambulante y falsificación, consumo de alcohol, degradación del entorno y orinar en la vía pública- son precisamente las que, sin atentar contra la seguridad de las personas, castigan más la imagen de las ciudades.
Por eso precisamente es positivo que el consistorio esté preparando una reforma de esta misma ordenanza para añadir el nudismo y el seminudismo a la relación de actitudes sancionables si se practican en la calle. Cualquier ciudadano británico, alemán o francés sabe que no podría andar ni 50 metros en esas condiciones por Londres, Berlín o París.
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