La rueda

Una pequeña gran felicidad

FRANCESC Escribano

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¿Se imaginan castigar por ley a todos aquellos hijos que no visiten regularmente a sus padres ancianos? Pues bien, esto puede pasar muy pronto en China si se aprueba una normativa que están terminando las autoridades de aquel país. Parece que la desatención y el olvido de los mayores por parte de sus familias no es un fenómeno exclusivo de las sociedades occidentales y que, con la globalización, este hábito ha llegado también a China. Un hecho que da la medida de la profundidad de los cambios que vive ese gran país. En China, tierra deConfucio, se ha concedido siempre un gran valor a la experiencia asociada a la edad, y hasta hace poco era casi sagrado el respeto, la atención y el cuidado que se dedicaba a la gente mayor. Una atención que, eso sí, siempre era obligación no de los hijos en general, sino del hijo en particular. El nacimiento de un hijo, según un proverbio chino, es una gran felicidad, pero, si en vez de un hijo es una hija, entonces es «una pequeña felicidad». Esta «pequeña felicidad» se justifica por una tradición, muy arraigada y viva en el país, que hace que las mujeres, cuando se casan, pasan a formar parte de la familia del marido. De ahí que, con la vigente política del hijo único, si este único hijo es una hija la atención de los padres no queda garantizada. Por eso se producen abandonos y se multiplican los abortos selectivos, como también sucede en la India, para asegurarse que este único hijo sea precisamente eso, un hijo.

En un mundo como el nuestro, cada día más viejo, nadie quiere hacerse mayor. Aquí todo el mundo es joven mientras no se demuestre lo contrario. Como consecuencia, en nuestro mundo y en nuestro tiempo hacerse viejo implica marginación y soledad. Lo más injusto de todo es ver que, a menudo, los que deberían remediarlo no se sienten obligados. Pero ni aquí ni en China la humanidad se puede imponer por ley. Debe salir y sale de manera natural. Solo hay que ver, por ejemplo, el compromiso que asumen cada día miles de voluntarios que, sin estar obligados, actúan y dan respuesta. Es el caso de la labor que hacen los Amics de la Gent Gran. Una pequeña gran felicidad.