La rueda

Wikileaks deja bastante mal a Zapatero

CARLOS Elordi

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Pasiones aparte, si se leen con atención, las revelaciones de Wikileaks están dejando bastante peor a sus socios que a la diplomacia norteamericana. Más allá del hecho mismo de que dichas filtraciones hayan sido posibles únicamente gracias a fallos garrafales de sus sistemas de seguridad, la diplomacia norteamericana no sale tan mal parada: trabaja mucho, contacta con gente relevante en todas partes, está bien informada. En definitiva, hace bien su trabajo. Cosa bien distinta es que la política exterior que decide el Gobierno de Washington obtenga éxitos. La impresión es que desde hace años le ocurre todo lo contrario.

Pero no por eso los embajadores estadounidenses bajan la guardia. Los telegramas que ha hecho públicos Wikileaks confirman su profesionalidad a prueba de fracasos. Y también que los políticos de algunos países se asustan cuando la diplomacia norteamericana les dice que no les gusta cómo actúan.

El Gobierno de Zapatero podría haber incurrido en ese defecto. Los cables de la embajada estadounidense en Madrid vienen a decir que los gobernantes españoles no valoraron con antelación las graves consecuencias que podía tener la imprevista y fulmínea retirada de Irak decidida por el líder del PSOE, seguida a los pocos días por el gesto del presidente de no levantarse al paso de la bandera de las barras y estrellas en el desfile del Día de las Fuerzas Armadas del 2004. Solo después, tras comprobar que Bush congelaba las relaciones con Madrid y dejaba a España fuera del juego internacional, comprendieron que tal vez se habían pasado.

Y se dispusieron a hacer todo lo posible para borrar lo que Washington se había tomado como una afrenta. La actitud del Gobierno y de los fiscales españoles en el escándalo de los vuelos de la CIA o de la muerte de José Couso que ha desvelado El País solo se explica a la luz de ese síndrome. Puede que esos comportamientos no violen las leyes, tal y como el Gobierno ha afirmado. Pero no son precisamente dignos y, lo que es peor, no son la expresión de una política exterior definida, estudiada y articulada para lograr sus objetivos.