Opinión | EDITORIAL

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Expulsados de casa

 La opinión del diario se expresa solo en los editoriales. Los artículos exponen posturas personales.

La persistencia de la crisis está agudizando en España el impago de hipotecas de viviendas y el tremendo corolario de los desahucios, que este año se han quintuplicado en relación con el 2007, cuando la economía aún refulgía y pocos querían ver el riesgo de que estallase la burbuja inmobiliaria. Probablemente, este 2010 se cerrará con más de 100.000 familias con la casa embargada por impago. Un auténtico drama social.

En España, el porcentaje de los ingresos que las familias deben dedicar al pago de su vivienda es extraordinariamente alto, lo que explica que el paro se traduzca muchas veces en una morosidad hipotecaria con los bancos y cajas de ahorros prestatarios, que posiblemente sea mayor de la admitida públicamente. Esas mismas entidades que, con mucho afán de negocio, pero escasísimo rigor, ofrecían hace unos años préstamos superiores al 100% del valor del inmueble son las que ahora lamentan la poca o nula solvencia de sus deudores. Y estos ven con profunda desazón que están pagando por su vivienda más del valor real que tiene ahora, cuando el mercado ha devuelto los precios a niveles más razonables. Lo peor es que la ley española no permite saldar la deuda con la simple devolución del bien -la casa- por quien no puede seguir pagándolo, con lo que el problema se multiplica y prolonga.

Aunque la suscripción de una hipoteca es un acto voluntario, urge una solución legal que, sin agravios comparativos, pero con sentido de la justicia, canalice un problema que si se desborda puede convertirse en explosivo.