Opinión | editorial

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Bienvenida plural a Benedicto XVI

 La opinión del diario se expresa solo en los editoriales. Los artículos exponen posturas personales.

El papa Benedicto XVI llega hoy a Barcelona. Bienvenido sea, ya que honra a la ciudad con su presencia y contribuye así a su ya más que notable proyección internacional. El Papa es un líder global, representante de una de las grandes confesiones religiosas del planeta, de indudable y reconocida influencia. El motivo central de su estancia es la solemne dedicación al culto del templo de la Sagrada Família, la obra capital del genial arquitecto Antoni Gaudí y un símbolo de la ciudad admirado en todo el mundo. Es preciso agradecer el gesto como muestra de la hospitalidad barcelonesa, proverbial al menos desde la época de Cervantes.

Con toda seguridad, el Papa es consciente de que sus mensajes se dirigen no solo a la comunidad católica -y por extensión a toda la cristiandad-, sino al conjunto de la sociedad. Una sociedad plural, que no ignora sino que reconoce la dimensión religiosa.

La visita del Papa no debe ser en ningún caso una excusa para recuperar una beatería infantil sino una ocasión para promover un diálogo respetuoso pero que no ignore los diversos acentos que existen dentro de la misma Iglesia católica y en el conjunto de las religiones y de la sociedad.

En este sentido, es obligado destacar el sufrimiento que se ha apoderado de amplios sectores de la Iglesia catalana en los últimos decenios, tanto por la escasa sensibilidad hacia el país como por la falta de pluralismo interno y por el exceso de dogmatismo de la jerarquía en temas como la igualdad de las mujeres, la lucha contra la pederastia o el mantenimiento de privilegios civiles que se consideran poco evangélicos.Igualmente, desde la laicidad se han expresado respetuosamente reticencias a los modos de actuar de la jerarquía católica que deberían ser motivo de reflexión, en lo que se refiere al respeto de la autonomía del poder civil.

Barcelona es un ejemplo de entendimiento entre creyentes de diversas religiones, así como de respeto entre ellos y los no creyentes. El humanismo, entendido como el deseo de mejorar la existencia de los seres humanos en su hábitat, el planeta Tierra, puede y debe ser aún el denominador común que hermane a hombres y mujeres. La condición esencial es el respeto y el reconocimiento de este pluralismo.