Gente corriente

Marissa Sala: "Son niños con problemas, sí, y educarlos es un placer"

Pedagoga terapeuta. Niños que por el motivo que sea aprenden con dificultad han sido su especialidad -su vida- durante décadas.

Marissa Sala

Marissa Sala

MAURICIO BERNAL

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-Su primer encargo.

-El primero, sí, el primero con niños difíciles.

-¿Y?

-Pues que fue tremendo. Nunca había visto algo así.

Eran los años 70 y Marissa era joven y había estudiado Magisterio, y dado que el Gobierno se había empeñado en mandarla a trabajar a Cádiz, había seguido el consejo de un inspector de la época y había estudiado algo que no sabía muy bien adónde la llevaría: Pedagogía Terapéutica. «Me dijo que llegaba la educación especial a España, que empezaría por las grandes ciudades, que si estudiaba eso podría quedarme en Barcelona. Y aún hoy debo admitir que ese fue el motivo: quedarme aquí. A veces pienso que debía haberme ido, pero claro, tenía un novio, y ya sabe...»

-Así que tremendo. Pero ¿no había estudiado para eso?

-Mire, para mí enseñar a niños con problemas ha sido un placer, siempre fue un placer. Pero ese primer día... Le explico: esto era una cooperativa creada por los padres de unos niños discapacitados. Los padres, para ser exactos, de unos niños rechazados en la escuela de paralíticos. Discapacitados cerebrales. Los padres no tenían adonde llevarlos así que fundaron la cooperativa, llamaron a la Generalitat y la Generalitat me mandó a mí. Y yo llegué, vi lo que había y me dieron ganas de llorar.

-Parece que hubiera visto, no sé...

-No, compréndame, si no vi nada que luego no viera toda mi vida, pero ese día... De monitora había una madre, y hacía lo que podía, pero aquello parecía una guardería, estaban todos por el suelo... en fin, cómo iban a estar. Tampoco quiero ponerme descriptiva. Total, que tocaba poner orden, y eso fue lo que hice yo. Piense también que esto era a principios de los 80, y que entonces los padres a estos niños no los sacaban a la calle, los escondían. Tal vez por eso también me impactó tanto...

-Esos niños. ¿Recuerda a alguno?

-Uy, pues sí, claro... claro que recuerdo. Ernest Chifoni. Un chaval largo, muy alto, desgarbado... Recuerdo que yo les untaba las manos con pintura y los ponía a pintar, y él así como era, todo alto y todo grandote, se asombraba, y gritaba, y se emocionaba, esa emoción tan genuina, tan sincera... Me quería mucho. Cuando me veía venir saltaba sobre sus piernotas, me saludaba. ¡Ah...! Chifoni.

-Porque el mal trago...

-Ya lo había pasado, claro. Aunque luego, de algún modo, volví a empezar, porque con estos niños estuve tres años pero luego me pasaron a un grupo de niñosdown. O sea, con síndrome de Down. Yo les digodown. Y eso por supuesto era otro mundo. Losdownson revoltosos, muy tozudos, pero a la vez muy receptivos. Eso sí, a mi casa yo llegaba agotada.

-¿Algún Chifoni?

-No, pero fue porque estuve solo tres meses con ellos. Porque justo en esa época me quedé embarazada.

Y cuando volvió al trabajo, cuatro años después, las cosas habían cambiado: se había puesto en marcha el modelo integrado, es decir que los niños con problemas iban a la escuela con los demás y solo a ciertas horas se los apartaba del grupo. ¿Y se los llevaban a quién? A Marissa.

-Ahí ya tengo más recuerdos: me enviaron a una escuela en L'Hospitalet y ahí estuve 15 años, y... y...

-...

-...

-¡Miguel Calero!

-¿Qué?

-Miguel Calero. Claro que esto no fue en L'Hospitalet, esto fue en la escuela de la Concepción, en Barcelona, donde fui después. Pero es que de ese niño me acuerdo mucho. Normalmente, cuando un chaval con problemas llegaba a clase, su madre lo presentaba ante los demás, les explicaba qué problemas tenía y por qué los tenía. Pero Miguel Calero no. Miguel Calero llegó, se puso en el centro del salón y dijo que quería decir algo. Y explicó por qué estaba así: que el parto, que una contracción de la madre, que había estado un momento sin oxígeno. Fue muy bonito. Aunque no siempre era bonito.

-¿Qué quiere decir?

-Es delicado. Las escuelas no siempre quieren chicos especiales porque dicen que atrasan a los demás. Y sí, yo los tenía una hora al día, por ejemplo, pero cuando le pedía a un profesor que prestara atención a tal chico... pues no siempre me oían. O también: «Mira, la niña ha leído una frase completa», le decía a una profesora. Y ella me miraba como diciéndome que le daba igual. Algunas cosas han cambiado, pero hay actitudes que persisten. Yo lo he visto.

-Es una pena.

-Pues sí, una pena.