Dos miradas

Cultura y barbarie

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Hoy es un buen día para ir a Portbou, ese pueblo fronterizo donde se habría podido rodar El tercer hombre si, en lugar de la noria vienesa, Graham Greene hubiera imaginado el complot de niebla y de espías en el Mediterráneo. Portbou conserva un aire misterioso, a medio camino de la desolación absoluta, el tedio colosal y una agitación soterrada, con ese túnel estremecedor que lleva a no sé sabe dónde y la inmensidad del mar acotada por una bahía mortecina. Es, más o menos, el mismo paisaje que debió de encontrar Walter Benjamin en septiembre de 1940, huyendo de los nazis. El que describe Lisa Fittko, que le hizo de guía desde Banyuls en aquel doloroso calvario a pie: «Por fin habíamos llegado arriba. Yo me había avanzado y me detuve a mirar. Lo que vi me pareció fruto de una especie de alucinación: de un modo inesperado volvía a ver el mar, de un azul oscuro. Y allí estaba Portbou».

Hoy se cumplen 70 años de la muerte de Benjamin. Es un buen día para bajar las escaleras del memorial Passatges que creó Dani Karavan. Para soltarse hacia las olas, «remolino, espuma, rumor, calma». Un buen día para adentrarse en una web espléndida (walterbenjaminportbou.cat) presentada en unas jornadas organizadas por la Universitat de Girona. Un buen día para ver el documental de David Mauas sobre las circunstancias que rodearon su muerte. Un buen día para pensar en la cultura y la barbarie.