El cuerno del cruasán

Cornudos y apaleados

JORDI PUNTÍ

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El Parlament de Catalunya aprobó hace seis días una ley que regulará los correbous y otras fiestas de este tipo. Los correbous son unas manifestaciones culturales atávicas (como se suele decir) que en la comunidad bovina se viven con el fervor de unos Juegos Olímpicos. Toda una competición anual donde los mejores animales de la raza pueden demostrar sus habilidades a la hora de meter la cabeza en un lazo y correr, saltar al mar desde un muelle de dos metros de altura, dar cornadas a un cesto de mimbre que se mueve o -la prueba reina- perseguir humanos por una plaza a oscuras y con la única ayuda de dos bolas de fuego en los cuernos.

Aunque la ley se haya aprobado por una amplia mayoría, hay humanos que se sienten engañados. Los que están a favor del toreo deben pensar que además de cornudos, apaleados (perdón por el chiste fácil), y los defensores de los animales creerán que el Parlament se los ha saltado a la torera (perdón de nuevo). Ni unos ni otros acaban de entender que los mismos diputados de ERC, PSC y CiU que en julio prohibieron las corridas de toros porque se torturaba a los animales -y juraban que no, que de ninguna forma era un debate identitario-, ahora promuevan una ley para blindar los correbous. La diferencia, dicen, es que en estos el animal no muere ante el público y, en el fondo, tampoco lo pasa tan mal. Así lo argumentaba no hace mucho un regidor del Ayuntamiento de Amposta: «Si sufrieran tanto como se dice, no durarían tanto».

A mí me parece que los diputados hicieron muy santamente. ¿No habíamos quedado en que a los catalanes nos definen el seny y la rauxa? ¿Qué sentido tiene valorar las cosas solo desde un punto de vista racional? De esta forma, el frenesí ritual de los correbous se compensa con el juicio de prohibir las corridas. O al revés, si lo prefieren: tras el gesto arrebatado de desterrar a los toreros, la prudencia de preservar la tradición de los correbous. La nueva ley, además, tiene otra virtud: nos da esperanzas de ver revisadas algunas prohibiciones anteriores. Fumar en espacios públicos, por ejemplo. Se podría permitir si el fumador no se traga el humo, ¿no? O la prohibición de conducir bajo los efectos del alcohol¿ Ya sabemos que es muy peligroso, pero ¿por qué no hacemos una excepción y blindamos los Aromas de Montserrat? Puede que no todo el mundo lo comprenda, pero es que es un licor muy tradicional, muy nuestro, muy bendito.