Análisis

Una situación alarmante

PERE PUIGDOMÈNECH

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El 2010 hubiera debido ser un buen año para la ciencia española. El impacto de la ciencia que se hace aquí aumenta y a nivel internacional se respira un nuevo respeto hacia nuestra investigación. Un buen número de empresas de base tecnológica resisten bien el temporal. Parecía que nos estábamos preparando para una nueva economía basada en el conocimiento. Sin embargo, el 2010 está representando un punto de inflexión negativo en la inversión en ciencia. Y por lo que parece, el 2011 será peor. Las consecuencias pueden ser devastadoras.

La ciencia se hace esencialmente con tres factores: personas, centros y dinero para proyectos. Si las cosas no se arreglan, vamos a retroceder en todos los frentes. Las oportunidades para los jóvenes científicos van a ser casi nulas tanto en los organismos que dependen del Estado como en los contratos ICREA de la Generalitat que en este momento solo son accesibles para candidatos de alto nivel. Han disminuido las becas en España y en el extranjero, y las universidades se refugian en la vía funcionarial. Los jóvenes lo están teniendo difícil para acceder a un trabajo científico y, nadie puede dudarlo, son ellos la garantía del futuro.

Reducciones

Los centros de investigación necesitan recursos para sus gastos corrientes, mantenimiento de edificios y servicios. Los presupuestos de los organismos públicos de investigación tuvieron una reducción significativa, que en el caso del CSIC fue un 13%. En los centros que dependen de la Generalitat se han retenido fondos que pueden llegar hasta a un 30% de la subvención. El trabajo de investigación procede de fondos competitivos, los más importantes de los cuales son los del Ministerio de Ciencia e Innovación que este año se han reducido entre un 20% y un 30%. Otra reducción afectaría gravemente a la actividad de centros y grupos de investigación.

Este panorama debería ser favorable a plantearse procesos de optimización del sistema. Se puede mejorar la coordinación entre los centros y entre éstos y la universidad, y abrirse mejor hacia la empresa. Se puede mejorar la gestión reduciendo la burocracia, reformando los sistemas de gobierno y coordinando las administraciones. Se pueden definir prioridades buscando la excelencia y las necesidades de la sociedad. Pero esto significa reformas y en este momento las cosas están paradas. En Catalunya se ha aprobado un plan de investigación que parece haber servido para mantener el grueso de los fondos y para iniciar un proceso de racionalización. También había alguna novedad en el proyecto de nueva ley de la ciencia que en estos momentos está en el Congreso de Diputados pero las noticias sobre la posible desaparición del Ministerio de Ciencia e Innovación no auguran un buen futuro para la ley.

Dejar de apostar por la ciencia en este momento es dejar de creer que saldremos de la crisis en buenas condiciones. En los últimos años se había hecho un esfuerzo notable. Sin llegar a niveles europeos, la actividad científica ha emergido, se han probado nuevos sistemas de gestión, y se ha ganado el respeto de la comunidad internacional.

Todo ello estaba arrastrando al sistema docente, hospitalario e industrial pero la dinámica puede romperse fácilmente si se confirman los pronósticos más pesimistas. Esperemos que los cambios que va a haber tanto en el Govern de la Generalitat como en el Gobierno Central den un nuevo impulso que permita reemprender el camino iniciado.