El epílogo

Haciendo amigos

ENRIC Hernàndez

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Entre lágrimas de alegría y alguna de desolación, el Parlament dictó ayer sentencia: los toros no tienen cabida en Catalunya. No se trata, ni de lejos, de la iniciativa más trascendental de esta ya agonizante legislatura autonómica, pero sin duda será la única que habrá trascendido más allá de nuestras fronteras. En el resto de España, donde ayer ya se mascaba la venganza, y en todo el mundo, que mayoritariamente cataloga esta ancestral tradición como uno de los rasgos característicos de la identidad española.

Los partidosnacionalanimalistas,por tanto, lograron ayer todos sus objetivos: los declarados y también el inconfeso. Además de poner fecha de caducidad a las corridas de toros y situar a Catalunya en el mundo, su propósito –aunque se empeñen en negarlo– era lanzar un severo órdago a España: con la nación catalana no se juega. A la castración constitucional del Estatut –fuera esta química, física o metafísica– le sigue una respuesta catalana no menos contundente: la mutilación de un atributo cultural español, un símbolo nacional pronto oficialmente desterrado. La llamadafiesta nacionalya no lo es en Catalunya. Bienvenidos al independentismo taurino.

A los promotores de la iniciativa, en su gran mayoría sinceros defensores de los derechos de los animales sin más pretensiones políticas, les asiste toda la razón. Que Catalunya no tolere más la tortura del astado en la plaza –aunque sí lo permita en loscorrebous–debería ser, en principio, motivo de orgullo. El problema es que, al aplicar la eutanasia activa a un espectáculo desde hace años moribundo en Barcelona, regalamos pretextos a la peor España. La que fabula sobre la persecución de todo lo español en Catalunya, en busca de coartadas para marginar el catalán y alimentar lacatalanofobia.La que dicta soflamas españolistas bajo la apariencia de sentencias.

¿Reconstruir puentes?

Malas noticias, pues, para quienes aspiraban a reconstruir los puentes que el Constitucional ha volado. La decisión del Parlament quizá nos granjee las simpatías animalistas, pero en el conjunto de España no nos ayudará a hacer amigos.