El epílogo

De toros y embestidas

JUANCHO Dumall

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Cuando, en diciembre del 2008, comenzó la recogida de firmas para presentar en el Parlament de Catalunya una iniciativa legislativa popular (ILP) que instara a la prohibición de las corridas de toros, el debate giraba claramente entre dos polos: el sufrimiento de los animales, por un lado, y el peso histórico y cultural del arte de la tauromaquia, por otro. Año y medio después, la controversia, que culminará hoy en una votación presentada con tientes dramáticos, ha cambiado de sujeto y versa sobre el sufrimiento de las naciones, de una parte, y el arte de la política en momentos preelectorales, de otra.

La discordia entre quienes consideran que las corridas son un espectáculo salvaje y quienes las ven como la sublimación del hermoso drama del hombre ante la muerte viene de lejos. Pero la posición de los primeros se ha ido engordando en la medida en que la sociedad moderna ha ido desprendiéndose de la cultura rural, donde las bestias ocupaban un espacio sentimental (y laboral) muy distinto al que ostentan en el mundo urbano.

Estaba cantado que las posturas animalistas iban a acabar por imponerse sin prohibiciones. Pero la iniciativa popular, impecablemente democrática y, por tanto, muy respetable, ha terminado por convertir el debate en otro pulso identitario.

El cordobés

Porque, ¿es solo una coincidencia que todos los diputados del PP tengan una sensibilidad en el plano del mal trato a los animales diferente a la de todos los diputados de CiU? ¿Tiene sentido que todos los parlamentarios de CiU y ERC defiendan prohibir las corridas pero no loscorrebous? ¿No es un ramalazo identitario que un diario de Madrid titulara ayer en portada «El puyazo del cordobés», como recordatorio de que elpresidentMontillaes andaluz, aunque presida la comunidad donde va a perpetrarse el presunto escarnio?

Quienes no somos partidarios de los toros pero tampoco de las prohibiciones a contrapelo quedaremos hoy seguramente en minoría. En minoría también en un sistema político en el que unos y otros embisten sin piedad ante cualquier trapo.