El epílogo

Catalanes con 'la Roja'

ENRIC HERNÀNDEZ

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En Barcelona no es preciso estar pendiente del televisor para saber cómo le va a la selección española en el Mundial. Los gritos de júbilo y el estallido de cohetes que suceden a los goles recuerdan el ambiente festivo que vive la ciudad cuando el Barça vence al eterno rival o cuando afronta la recta final de la Champions Ligue. En estos días de fiebre política por la sentencia sobre el Estatut, Barcelona se tiñe, paradojas de la vida, del rojo intenso de la selección española. Más de uno en Catalunya andará preocupado por el pase a semifinales de la Roja, temeroso de que la ola de simpatía que suscita esta selección amortigüe el impacto de la patriótica manifestación en defensa del Estatut convocada para el próximo sábado. Víspera, por cierto, de la final del Johannesburgo que España --con permiso de la granítica Alemania-- aspira a disputar. Quizá teman que, en caso de victoria, el poder de convocatoria del fútbol empequeñezca la capacidad movilizadora de los partidos y sindicatos llamados a nutrir la afluencia a la protesta. A los políticos que perciben el recorte del Estatut no como un varapalo colectivo sino como una oportunidad particular --para desgastar al adversario en busca de votos, para legitimar sus discursos soberanistas, para negociar contrapartidas en Madrid...-- no debería preocuparles tanto que Catalunya celebre los éxitos de la selección española, como hizo en masa cuando esta ganó la Eurocopa en el 2008. Tampoco es indispensable alegar que la Rojaestá plagada de azulgranas o que sigue el patrón de juego del Barça --apreciación, por lo demás, muy alejada de la realidad-- para celebrar sus goles sin padecer un severo ataque de esquizofrenia nacional.

El fútbol es otra cosa

Ahora que hasta TV-3 ha abandonado los circunloquios de antaño ---«la selecció estatal», «el combinat de l'Estat espanyol»...-- y ya habla sin complejos de España, habrá que convenir que fútbol y política discurren por caminos distintos. Ni carecer de una selección oficial priva a Catalunya de su condición de nación, ni celebrar los éxitos de la española nos convierte en traidores a la patria.