Gente corriente

Carles Bernal: "Espere. ¿Ve esto? ¡Un atlas geográfico de 1910!"

Zapatero. La trastienda de su local, en la calle de Verdi, es un improvisado almacén donde destella su gran pasión: las cosas viejas.

Carles Bernal

Carles Bernal

MAURICIO BERNAL

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–Me gustan las cosas viejas. No sé por qué, no hay explicación, me gustan, simplemente me gustan. Esto, por ejemplo... a ver, la busco... si estaba aquí, hombre, la saqué el otro día... bueno, mientras la encuentro... le voy contando. Es una foto del 62. El día de la gran nevada. Todo el mundo tiene fotos de ese día, es cierto, pero es que para mí esa fecha es especial. Fue el día en que mis padres llegaron a Barcelona. Se acababan de casar y venían a instalarse aquí. Mi padre dice que salieron de la estación de Francia y estaba todo cubierto de nieve, y a mí, entre que me gusta lo viejo y me gusta esa fecha, pues me he dedicado a coleccionar cosas, fotos, recortes de periódico... a ver, no puede ser, si la tenía aquí...

–Déjelo, hombre, no importa.

–Es lo de siempre. Basta que uno busque algo...

La mayor parte de las cosas viejas, las que se encuentra por la calle o recupera de una bolsa abandonada, a veces junto a un árbol, o al lado de un contenedor, o compra –porque, por supuesto, lo visita con frecuencia– en el mercado de los Encants, Carles las guarda en la trastienda de la zapatería, que en el fondo es una especie de museo. Pero el zapatero no oculta su afición. Al contrario: adelante, de cara al público, junto al mostrador...

–Esta guitarra, que es una preciosidad. Y no se imagina cómo la encontré. En un mueble. Iba caminando y vi un armario junto a los contenedores... esos muebles viejos, ¿sabe?, los que la gente tira. Y como a mí me gustan esas cosas me puse a mirarlo, a medirlo con los ojos, a alzarlo, a probar a ver si me lo podía llevar, y de repente se fue al suelo, se partió y... resultó que tenía un doble fondo. Y dentro estaba la guitarra.

–Jomadi. ¿Es la marca?

–Sí. Son las primeras letras... no, perdón... las primeras sílabas de los nombres y el apellido del fabricante, José María algo (Diéguez), creo. Me han dicho que es una pieza de coleccionista, que esta fue una de las primeras guitarras eléctricas que se hicieron en España. De hecho un periodista que vino una vez a fotografiarla, para un artículo, me dijo que si alguna vez la vendía que no pidiera menos... menos de 3.000 euros.

–¿Y los guantes? Hay gente que dice que fue boxeador.

–Sí, bueno, es un error común. La gente entra en la zapatería y ve colgados los guantes y me pregunta: '¿Eres boxeador?'. En realidad no son más que unos guantes viejos que compré en los Encants. La verdad es que tengo un montón de cosas... mire, por ejemplo, en esta caja tengo unas herramientas de zapatero... es que ni siquiera son viejas. Son antiguas. Una ruleta, unas tenazas de montar, unas planchas, cuchillos para cortar suela... antigüedades. Me las pidieron una vez para grabar un anuncio de la Lotería de Navidad, uno en el que salía un zapatero.

–¿De dónde las sacó?

–Eran de mi abuelo. Una vez bajamos al pueblo... él se acababa de morir. Bajamos al pueblo, a La Carolina, en Jaén, que de ahí es la familia, estábamos ahí y mi tío empezó a sacar las herramientas, y mi padre dijo 'vale, me las quedo'. Las guardo por sentimental. Pero el martillo sí lo uso.

–Nieto de zapatero e hijo de zapatero, entonces.

–Sí. Mi padre empezó de aprendiz a los 10 años, y, cuando tuvo edad y pudo hacerlo, montó su negocio. Pero tuvo que emigrar, porque la cosa allá estaba muy mal, y, aunque aquí llegó a trabajar en varias zapaterías, al final acabó empleado en la fábrica de la Bayern. Era más seguro.

–¿Y usted?

–Yo en esto empecé hace... ¿a ver? Sí, 17 años. Cuando tenía 21. Y empecé aquí, en este local, que antes había sido una ortopedia, y antes una alpargatería. Yo no había querido estudiar, nunca fui bueno para el estudio, y me dedicaba a montar muebles de farmacia. Hasta que un día a mi padre le dijeron que traspasaban la ortopedia, es decir, un negocio que era fácil convertir en zapatería. Yo no sabía qué hacer. Y él me dijo: «Rico no te vas a hacer, pero un plato en la mesa nunca te va a faltar». Así que lo cogimos y mi padre me enseñó el oficio. Y ha sido tal y como él dijo.

–Y ahora tiene una trastienda llena de objetos viejos.

–Bueno, primero que todo tengo una zapatería, y después tengo una, no sé... una afición. Supongo que es eso. Mire, le voy a mostrar una cosa... ¿ve esto? Un taxímetro de los viejos. De los de hace 30 años. ¿Y esto? ¡Un atlas geográfico de 1910! Esto sí que es una antigüedad. Y un teléfono de disco, que ya es cosa vieja. Hay gente que me llama el Basurillas.

–¿Y esto?

–Sillas de cine. De los Verdi, de cuando la última remodelación. Conozco al dueño y me las regaló. La gente entra y flipa.