Cirujano plástico

Antonio Tapia: «La crisis frena los aumentos de pechos»

Forma parte de la generación de especialistas que han situado en un lugar destacado en el mundo a la cirugía estética española. La crisis económica selecciona a sus pacientes.

Antonio Tapia

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ÀNGELS GALLARDO

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Antonio Tapia (Olula del Río, Almería, 1942) conoce los dos extremos del bienestar. «Mi familia emigró a Barcelona por hambre», dice, sin reparos. Quiso el azar que su padre trabajara en un garaje barcelonés al que acudía un prestigioso médico de los años 50: Pere Pons. También por azar, Pons conoció al joven Tapia, en quien descubrió un especial talento médico. Tanto, que le ayudó a pagar la carrera. Las manos quirúrgicas de Tapia se consideran garantía de calidad.

–¿Es esta una mala época para la cirugía estética?

–Siempre ha habido épocas de crisis y la cirugía estética se mantiene, porque sigue habiendo gente que ahorra durante años para poder operarse, y se opera. Es evidente que, en general, hay menos demanda, y aún bajará mucho más. Les está ocurriendo a los reyes de la cara, a los grandes cirujanos de Argentina y Nueva York: operan un 50% menos que hace un año. Es muchísimo. En todo EEUU, se opera un 19% menos.

–¿Y aquí?

–En España el descenso es de un 30%. A mí me afecta poco, porque lo que ha acabado con miles de intervenciones ha sido el corte de las líneas de crédito bancario. Eso ha eliminado a todos los centros que basaban su publicidad en operar a crédito.

–¿Está cambiando el tipo de clientes que reciben?

–Ha desaparecido aquel personaje que llegaba, se sentaba, y te pedía información de todo: desde el pelo de la cabeza hasta las uñas de los pies.

–¿Con qué motivación llegan?

–Sobre esto se ha escrito muchísimo. Se ha dicho que quien pide un cambio estético es un ser casi patológico, un desequilibrado que busca la belleza inalcanzable, ese que nunca está satisfecho y busca más y más... Eso existe, pero es una minoría.

–¿Y qué pretende la mayoría?

–Son gente normal. Todo es más sencillo. Se levantan una mañana, se miran en el espejo y se dicen: «Antonio, tendrías que quitarte esas bolsas que te afean los ojos». Sin más. No es que pretendan huir de la vejez o de la muerte: es que quieren quitarse algo que les molesta ver.

–No son personas frívolas.

–Las hay. Un 70% de mis pacientes son gente que siente que tiene un problema y decide eliminarlo. Y luego están laslocas, que son otro 10%. Son esas personas que pretenden operarse cada primavera, no saben de qué en concreto, pero quieren encontrarse divinas de la muerte. Y, además, saben más que el cirujano. Si piden imposibles, no las opero.

–¿El resto de médicos especialistas les respetan a ustedes?

–Cuando demuestras la dificultad que entraña esta especialidad, te respetan. Yo ya no he de demostrar nada. Soy tutor de los médicos residentes que están en el quinto año de formación como especialistas. Pero hace muchos años, sí me sentí humillado en un hospital. Se nos dice de todo, incluso dentro de los hospitales se nos ha menospreciado.

–Usted se inició en el Clínic.

–Estudié allí. Empecé en el servicio de cirugía general, con el profesor Piulats. En tercero y cuarto de Medicina, con 18 o 19 años, operábamos hernias, apendicitis... de todo. Algo impensable ahora. En urgencias empecé con la cirugía de mano y de cara, porque había mucho accidente laboral. Y allí contacté con el doctor Jaume Planas, que era uno de los mejores cirujanos de mano de Europa.

–¿Cuál es la operación más difícil?

–El desafío más importante, lo más difícil en cirugía estética es cambiar una nariz. Ayer operé a un hombre al que ya habían intervenido siete veces antes de llegar a mi consulta. Todo un desafío.

–¿Repetía porque no se gustaba?

–No. Porque la otras siete veces se lo habían hecho muy mal. En España se ha creado una nueva especialidad: la de arreglar desarreglos de cirugía estética. Es lo más difícil.

–¿Arregla muchos destrozos?

–Muchos. Un 60% de mi actividad actual la dedico a operar a personas que han pasado por otros cirujanos.

–¿Qué forma corporal gusta ahora?

–Hemos pasado de la extrema delgadez a remarcar más las formas, hablando del cuerpo femenino. Eso no significa que en Europa vayan a triunfar las prótesis de glúteos. Las nalgas enormes quedan bien a las centroamericanas, pero no aquí.

–Cada cultura tiene su ideal físico.

–En parte. En Miami he visto los pechos y las caderas más grandes de mi vida, que es lo contrario de lo que ocurre en Asia. El problema para los asiáticos, que apenas se arrugan, es que todas las facciones son muy similares: redondas, suaves... a ellos les gusta europeizar su cara. En China lo más solicitado es el aumento de nariz, las prótesis de mentón y pómulos, y el reborde ocular. Les gustan los ojos europeos.

–¿Y que es lo más solicitado aquí?

–El aumento de pechos, aunque también es la cirugía que más ha bajado por la crisis. Una de las cosas que más hago es remodelar el entorno ocular masculino. Ahora los hombres se operan muchísimo. Se corrigen el párpado caído y las bolsas de los ojos. Por eso no les cambian.