100 días de Govern: parálisis o unidad

LAIA BONET

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El economista y educadorRichard Whately afirmaba que si perdías una hora por la mañana, te pasarías el resto del día buscándola. Es del todo cierto. A todos nosotros nos ha pasado alguna vez. Un Govern que pierde 100 días de una legislatura, los echará de menos durante muchos años. Pero no solo él, todos nosotros, todos los ciudadanos. Toda la sociedad. Incluso los que todavía no están.

¿Y dónde estamos 100 días después? A un paso del colapso. Por muchas razones. Algunas -no pocas-, externas. Pero otras, muy importantes, internas. Por decisiones, o más bien, por falta de decisiones propias. Un Govern que ha dedicado buena parte de los primeros 100 días a escenificar, en el debate nacional, la escalada y la confrontación (acompañado desde los atriles de la Moncloa por una actitud idénticamente irresponsable) en lugar de promover el diálogo y la concertación, para terminar por acordar un cambio de rumbo en esta dinámica en una insólita reuniónsecreta de Gobiernoy por empezar a poner en práctica esta necesidad de fortalecer el diálogo en una reunión también secreta entre Presidentes, e incluso también negada ante los medios de comunicación 24 horas después de 'haberla celebrado.

Pero si en el debate nacional parece que el rumbo no es claro y que la estrategia es si más no doble -confrontación/diálogo- e incompatible a medio plazo (aunque en el corto, pueda tener la habilidad de satisfacer las exigencias de propio, UDC, y extraños, ERC), en el debate social, elcolapso deriva de la parálisis. A modo de ejemplo, en 100 días, se han tomado la mitad de acuerdos de Govern que la pasada legislatura. Y, por el contrario, la situación de fragilidad absoluta de la sociedad catalana, cada vez más fragmentada entre ricos más ricos y pobres más pobres, exigiría más iniciativa que nunca. Y no es, evidentemente, una cuestión cuantitativa, sino cualitativa. Las decisiones tomadas hasta ahora no pueden leerse en otros términos que en los de la consolidación de una política de austeridad europea que ha querido contraponer el Estado del bienestar al crecimiento económico, y en la que el Govern de Catalunya, antes incluso de que se lo exigieran, quiso convertirse en un alumno ejemplar.

Es evidente que la parálisis, que se expresa ahora en el retraso en la concreción en sede parlamentaria de una de las piezas más relevantes de todo Ejecutivo, los presupuestos, tiene mucho que ver con la incomodidad de ERC a la hora de cumplir "su" parte del acuerdo de estabilidad del Govern.

Y en este contexto aparece una ofensiva comunicativa con el objetivo de incorporar a ERC y al PSC al Govern para ganar estabilidad. Una ofensiva, sin embargo, muy desprovista de cualquier predisposición a cambiar de rumbo. Muy desprovista de la asunción de la más mínima responsabilidad por la situación actual. Más pensada, por tanto, para externalizar las consecuencias de la situación de parálisis.

Sin autocrítica ni predisposición al cambio de rumbo, este planteamiento difícilmente puede ser sincero; difícilmente puede tener credibilidad. Si se quiere, la cuestión de confianza, en sede parlamentaria es el medio para buscar más apoyos a partir de un debate franco y de un ofrecimiento sincero para consensuar el rumbo, al menos entre todos aquellos que comparten cuestiones democráticamente tanto incuestionables como la voluntad de trabajar por un futuro expresado por todos los ciudadanos a partir del derecho a decidir.

Sería un grave error creer que el diálogo -hasta ahora inexistente- entre la mayoría parlamentaria y la oposición se puede fragmentar para abordar exclusivamente la concreción de las cuentas de la Generalitat para el 2013. Sería un grave error entender que el cambio de pareja de baile del Govern en función de los temas sometidos a votación (debate nacional / debate social) permiten construir un país con futuro. Sería un grave error pensar que los retos que tenemos hoy y aquí se pueden tomar sin buscar el máximo consenso posible. Y esto conlleva necesariamente abordar el debate sobre el rumbo, no solo sobre una página.

Ahora lo que hace falta es un Govern fuerte y sólido. No se trata de cambiar de muleta (PSC por ERC). Nos equivocaríamos. Si bien es cierto que en ambas fórmulas, el Govern tendría legitimidad y mayoría suficiente, no es conveniente. Ya lo hemos visto estos 100 primeros días. Los problemas y retos que tiene el país y la necesidad de acertar y priorizar bien las soluciones reclaman de unidad excepcional. Hay una mayoría de 104 diputados y diputadas (con ICV) que hemos apoyado una resolución sobre la consulta y sus condiciones. Tenemos una amplia y sólida base. Ahora hay que redoblar esa mayoría nacional con una mayoría social (concertada también con otros actores sociales) para dar respuestas a los graves problemas de nuestra sociedad y de la Generalitat. Un Govern con muletas, sería -una vez más- un Govern cojo. Y quizá es útil para los partidos, pero Catalunya no se lo puede permitir. Le toca al'president' Artur Mas liderar la negociación con habilidad, flexibilidad, generosidad y humildad. Y autoridad. Es la hora 'greu' que reclama -de todos- liderazgos de altura, no de corto vuelo. Pero hay que ponerse duro, no solo con declaraciones.

Abraham Lincoln afirmaba que si pudiéramos saber dónde estamos y dónde nos dirigimos, podríamos juzgar mejor qué hacer y cómo hacerlo. No es tiempo de silencios, de aspavientos o de monólogos. Es tiempo de diálogo y de concertación sobre el rumbo a seguir. De otro modo, solo queda asumir la responsabilidad.