DOS MIRADAS

10-N

El día siguiente del 9-N se necesitan decisiones contundentes, es preciso que la opinión del ciudadano sea firme, definitiva y con consecuencias políticas

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Escribo este artículo el día antes de eso que no es nada y que parece mucho, eso que unos se empeñan en prohibir mientras afirman que no tiene ningún valor, en una demostración de cinismo sin igual. Escribo este artículo en la víspera del 9-N y, como no tengo datos para hablar del domingo, me fijo en el lunes. ¿Y ahora, qué? Hay una cosa cierta, más allá de los obstáculos, de los porcentajes de participación, del desgarro de vestiduras, de las urnas de cartón, de los voluntarios y de las ondulaciones del proceso: resulta que hay, en este país, una cantidad muy significativa de ciudadanos que desean emprender un camino nuevo. ¿Rodeado de dudas, de trampas, de incertidumbres? Por supuesto. En un debate reciente al que asistí, alguien comparaba la aventura con la de tener un hijo.  Las dudas y las incertidumbres de una decisión tan contundente no evitan el afán de procreación.

Habrá trampas sorpresas y dolores de cabeza y noches en blanco, pero, por definición, todo el futuro es inestable. Del mismo modo que una Catalunya independiente sería un trayecto con orografía complicada, de la misma manera, permanecer en España sería un libro del que no sabemos el argumento. Llegados a este punto, en el día siguiente del 9-N se necesitan decisiones contundentes. Es preciso que la opinión del ciudadano, en un sentido o en otro, sea firme, definitiva y con consecuencias políticas. El mundo no se ha acabado. Al contrario: comienza el momento determinante de la historia.