Dos miradas

El 29

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Los trescientos sesenta y cinco días, las cinco horas, cuarenta y ocho minutos y cuarenta y seis segundos que la Tierra invierte en hacer el movimiento de traslación alrededor del Sol, nos llevan indefectiblemente a añadir un día entero al calendario cada cuatro años. Hoy es ese día -el del salto, en inglés-, una curiosidad que evita el caos en la medida del tiempo y que afecta, por ejemplo a los cinco millones de personas (una cifra aproximada, por supuesto) que celebran hoy su cumpleaños. El año bisiesto, o de traspaso, genera expectativas que van desde la superstición a la esperanza, que no deja de ser también una superstición. Tiene fama de llevar la mala suerte encima, pero, en cambio, los que nacen un día como hoy parece que están tocados por algún tipo de gracia sideral. Mi madre defendió toda la vida que había nacido un 29 de febrero y siempre bromeábamos sobre su edad (¡lo podía celebrar cada cuatro años!), hasta que descubrimos que el año de su nacimiento no era bisiesto. Pero ella (y nosotros) vivimos la ilusión como una cierta carta de exclusividad, un privilegio solo reservado a una secta escogida.

Leo en una revista de moda que hoy es un buen día para hacer cosas extraordinarias, porque no tendremos la oportunidad de repetirlas, tal día como hoy, hasta dentro de cuatro años. Se me ocurre, por ejemplo, que, puestos a hacer cosas que sean extraordinarias, se podría aprovechar este día 29 para llegar a concretar un pacto estable de legislatura.