La encrucijada de Catalunya

Sí (70%) + Sí (70%) = 49%

La reforma de la Constitución sería el punto de consenso si en la consulta nadie venciera arrolladoramente

RAFA MARTÍNEZ

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Circula por internet un post con un intento de explicación de la afirmación del título de este artículo. Lo paradójico de esta indiscutible realidad matemática es lo enormemente complejo que sería explicar a la ciudadanía que con ese resultado el independentismo habría perdido la consulta. Yo lo intenté estas Navidades con mi madre y no hubo manera. «¿Cómo es posible que con un 70% en cada pregunta se pierda? ¡Algo está mal!». Ya lo creo que hay cosas defectuosas: no hay doble pregunta, no es del todo clara e inclusiva, no hay facilidad en la lectura de los resultados y no hay credibilidad sobre qué significa cada potencial resultado. ¡Solo falta que todo esto sea tendencioso! (que cada cual determine la intencionalidad).

Se insiste en que hay dos preguntas. Pero eso supondría que todo el mundo puede responder a ambas cuestiones y que obedecen a aspectos diferentes. En cambio, lo que se ha anunciado es un segundo interrogante subordinado del primero y excluyente para los que hayan respondido de determinado modo. No estamos ante dos preguntas donde todos responden a todo al mismo tiempo. O ante una doble vuelta donde todos responden a todo en dos momentos temporales distintos, pudiendo reducirse el volumen de opciones de una consulta a otra. En el modelo propuesto se responden las dos cuestiones al mismo tiempo, pero no por todos -¡ojo al voto nulo!-. La segunda disyuntiva es, supuestamente, una clarificación solo si quieres ser Estado («con mayúsculas», como dijo el president). Si no quieres serlo, no hay nada que matizar.

En el panorama actual, como poco hay los que quieren recentralizar el Estado, los que quieren que nada cambie, los que quieren cambios sin modificar la Constitución, los que quieren modificar la Constitución -cada uno con propuestas de reformas diversas- y los que quieren ser un Estado independiente (algunos, solamente si no implica salir de la UE). ¿Todo esto está integrado en la pregunta principal y la subordinada?

De resultas de esa amalgama de opciones integradas en las tres posibles respuestas (no, sí + no y sí + sí) surgen las dudas respecto de qué representan. Un triunfo del no se interpreta como un fracaso del independentismo, como una expresión de victoria del nacionalismo español. Pero ¿por qué no como un triunfo de los reformadores de la Constitución? ¿Cómo sabremos que no es eso? El sí + no se dice que sería la victoria del federalismo o del confederalismo, vaya usted a saber quién gana y qué significa ese limbo. Y con el sí + sí gana el independentismo. ¿Pero cuál? ¿El que no quiere salir de la UE o el que quiere ser independiente a toda costa? ¿El que quiere negociar la ruptura con España o el que aboga por el esto es lo que hay? Pero es que además, como refleja el título de estas reflexiones, ganar, incluso con porcentajes elevados, no supone ser mayoritario, porque en la segunda pregunta el porcentaje no será total, sino únicamente sobre los que han dicho  en el primer interrogante. ¡Vaya follón!

En un conflicto político polarizado, son los centros de las familias de preferencia los que terminan triunfando dentro de cada polo porque, sin ser forzosamente los mayoritarios al principio, sí son los capaces de aglutinar voluntades cuando cada sujeto formula sus subsiguientes opciones. Y suelen ser los centros de familias de preferencia, cuando ningún polo triunfa de manera nítida, los que terminan encontrando los puntos de contacto entre bloques; el mínimo común denominador que habilita un consenso. En nuestro caso, parece obvio que una reforma de las reglas de juego, de la Constitución, sería ese punto de contacto que permitiría alcanzar consensos entre las partes si ninguna fuera capaz de una victoria arrolladora. Faltaría, ni más ni menos, ponerse de acuerdo en el alcance de esa reforma, y a eso ayudaría mucho saber qué fuerza tiene cada una de las opciones en liza; una información que la pregunta secuencial planteada no facilitará. Es más, incluso la equivocará, como pretendo reflejar en el título.

Por último, ofrecen muy poquita credibilidad los partidos políticos defensores de cada opción. Los del no pretenden hacernos creer que todo va genial y que no hacen falta cambios; será gracias a ellos. ¡Vaya tela! Los del sí + no están intentando descubrir qué es eso del federalismo y del confederalismo, pues no terminan de poder concretarlo. Y los independentistas cada día lo edulcoran, hasta el punto de propugnar postreras confederaciones ibéricas. ¡Ay, ay, ay! Han debido de llegar al convencimiento de que somos todos idiotas y nos tragamos cualquier cosa. De lo contrario, no se entiende. Al final va a tener razón mi padre, quien para intentar que mi madre lo entendiese le dijo: «Esto es como el fuera de juego o como el valor doble de los goles en campo contrario». ¡Pues eso!