Dos miradas

Densenterrar la miseria

EMMA RIVEROLA

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Velas en el portal de la Sagrada Família trazando las letras SOS. Rezos. Coros de la escolanía del templo. El conflicto del paso del túnel del AVE por el subsuelo de Barcelona, junto a edificios tan emblemáticos como La Pedrera o la Sagrada Família, supuso, en pleno siglo XXI, una inadmisible batalla entre la superstición y la ciencia. Entre el miedo y el progreso. La ruin conveniencia de los votos frente a la conveniencia de los ciudadanos.

Durante años, el trazado del túnel fue utilizado por los entonces partidos de la oposición para desgastar al consistorio. Se negaron los trascendentes beneficios que suponía para la ciudad la estación de La Sagrera y el desarrollo de la Barcelona Norte y se redujo a un necio capricho del alcaldeJordi Hereu.No se escatimó en munición y la Iglesia y la Barcelona más conservadora invocaron a Dios y al diablo para impedir que el túnel avanzara. Se recurrió a todo tipo de voceros supuestamente expertos que, día sí, día también, anunciaban el apocalipsis. Espoleada por la oposición, los clérigos y algunos medios de comunicación, buena parte de la población se debatía entre el temor y la burla. ¡Cuántas veces contemplamos la imagen caricaturizada deHereujunto a los escombros de la Sagrada Família!

Hoy, la tuneladoraBarcinohoradará los últimos metros del túnel, 16 meses extrayendo toneladas de tierra, rocas -y miserias- del subsuelo barcelonés.