La gestión de la capital catalana

Barcelona camina hacia el desgobierno

La inestabilidad será uno de los legados más negativos de un Trias sin capacidad de liderazgo

JOAQUIM COLL

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A diferencia de Madrid, que vive una etapa de decadencia y de crisis de los servicios municipales como resultado de la quiebra de las finanzas locales, Barcelona presenta un panorama bastante diferente. Lejos de la descalificación de trazo grueso que practicaba Xavier Trias frente al alcalde Jordi Hereu, cuando a cada crítica añadía la coletilla «Barcelona es un desastre», hoy nadie en la oposición practica este tipo de discurso. La ciudad funciona y, pese a la gravedad de la crisis, sigue ofreciendo una buena imagen, de gran dinamismo, aceptablemente limpia, ordenada y segura.

En un momento en el que todo se tambalea, Barcelona sale a flote porque es un valor sólidamente construido a lo largo de tres décadas. La buena gestión heredada permite hoy al alcalde Trias: 1, mantener la calidad de los servicios municipales sin realizar grandes recortes; 2, no subir demasiado las tasas y los impuestos; 3, disponer de una capacidad inversora significativa en un momento en el que las otras administraciones sucumben; y 4, ser muy generoso con la Generalitat, que adeuda a la capital más de 350 millones. Tenemos un ayuntamiento con musculatura y capacidad de hacer cosas, y eso debería animar el debate sobre adónde va Barcelona. La venta de la torre Agbar obliga a preguntarnos, por ejemplo, si queremos ser solo una ciudad turística. Es inevitable, dicen algunos. Pero la política local ha demostrado en muchas ocasiones su capacidad para evitar desequilibrios. Sin caer en el catastrofismo, hay razones para ser muy críticos con la gestión de Trias una vez que su mandato encara un final sin pulso político ni capacidad de liderazgo.

CiU ganó la alcaldía con un escuálido resultado, 14 ediles sobre 41, pese a lo cual gobierna en solitario. En clave local, lo lógico habría sido un pacto con el PP, con quien había compartido un mismo análisis en la oposición. Pero la deriva independentista de CDC lo impidió, y Trias solo pudo aprobar con los populares los presupuestos del 2012. Los de este año están prorrogados, y para el que viene va a suceder algo inaudito: serán rechazados en el pleno de este viernes pero saldrán adelante gracias a una cuestión de confianza. El nombre es engañoso. En realidad, dicha fórmula obliga a la oposición a presentar un candidato a alcalde que cuente con mayoría absoluta. En caso contrario, los presupuestos se aprueban. La escapatoria legalista no puede esconder el fracaso de Trias, sin precedente en 35 años de democracia municipal. Su antecesor, Hereu, a quien algunos medios acusaron de débil por perder tres votaciones irrelevantes, pudo aprobar todas las cuentas, sus liquidaciones y ordenanzas fiscales.

El problema añadido de los presupuestos de Trias es que algunos de los ingresos previstos para el 2014 no son veraces. Por ejemplo, la polémica privatización de los párkings del centro de la ciudad, cifrada en 101 millones de euros, no va a poder efectuarse al carecer del apoyo político necesario para culminar el proceso. Como tampoco los 28 millones anotados de Serveis Funeraris. Ambos casos ponen de manifiesto una obsesión privatizadora que no se justifica en el interés general. Es igualmente significativo que nueve de los diez distritos hayan rechazado los presupuestos en desacuerdo con la política social y de inversiones, pues privilegia el eje Mitre-Diagonal-paseo de Gràcia en detrimento de una acción más decidida en los barrios. Finalmente, las cuentas del 2015, las últimas del mandato, serán probablemente prorrogadas ante la imposibilidad de acordarlas con nadie.

Aunque la ciudad funciona y los servicios municipales se benefician de una saludable inercia, Barcelona está entrando en una fase de inestabilidad política. Las cuentas son el mejor escaparate. Cuando finalice este mandato, de los cuatro ejercicios presupuestarios tan solo uno, el del 2012, habrá sido aprobado en el pleno municipal. Otros dos se habrán prorrogado, mientras que el del 2014, el más relevante, saldrá adelante gracias a la triquiñuela jurídica antes relatada. A esto hay que añadir la dificultad política, y casi humana, de que solo 14 concejales gobiernen la ciudad, incluyendo las áreas centrales y los distritos.

Pero el desgobierno de Barcelona y el descontento en muchos barrios, reflejo del aumento de las desigualdades sociales, puede ir a más. Hay encuestas que dibujan un consistorio muy fragmentado en el próximo mandato, con el ascenso de ERC y la entrada con fuerza de Ciutadans y la CUP, reproduciendo el mapa del Parlament. En el futuro, formar mayorías puede ser muy complicado. La inestabilidad será uno de los legados más negativos de esta etapa política catalana. También en los ayuntamientos y particularmente en Barcelona, aunque la buena herencia recibida y el dinamismo de la ciudad permiten por ahora a Trias disimular su fracaso.