ESTOY EN BERLÍN
Vuelven los fotomatones en blanco y negro
Las fotos callejeras de carnet se convierten en una seña de identidad juvenil de la capital alemana. Photoautomat gestiona hasta 23 cabinas en la ciudad
Carles Planas Bou
Periodista
Periodista tecnológico entre el mundo digital y la política internacional. Centrado en capitalismo de plataformas, IA, vigilancia y derechos digitales. Excorresponsal en Berlín durante más de cuatro años, cubrió los gobiernos de Merkel, la crisis de los refugiados y el auge de la extrema derecha. También ha trabajado en Europa Central y en Canadá. Graduado en Periodismo por la URL y máster en Relaciones Internacionales por la UAB. Ha colaborado con TV3, TVE, Deutsche Welle, Catalunya Ràdio, El Orden Mundial o El Salto.
carles Planas Bou
Besos, borracheras, risas y retratos divertidos de familia como fotos de carnet. En la era de los selfis y la sobreproducción de imágenes digitales, Berlín ha abierto paso al pasado analógico popularizando de nuevo los fotomatones. La culpa de todo ello la tiene Photoautomat, proyecto impulsado por Ole Kretschmann y Asger Doenst, amigos y fotógrafos nostálgicos del analógico, que ha relanzado el uso de estas tiras fotográficas en blanco y negro.
Pero no es algo nuevo. La iniciativa nació en el 2004, antes de que lo retro se pusiese de moda y los antiguos barrios inmigrantes de la ciudad se convirtiesen en puntos de peregrinación hipster. Tras la instalación de una primera cabina en Rosenthaler Platz el éxito fue tal que se transformó en una empresa que a día de hoy gestiona hasta 23 cabinas distribuidas por la ciudad.
La mayor parte de estas se ubican en el popular distrito de Friedrichshain-Kreuzberg, de las que tan solo una es en color. Cada una incorpora un laboratorio de revelado con procesos químicos que permite que la imagen se conserve durante décadas. Más tarde la iniciativa se expandió a ciudades como Hamburgo, Colonia, Leipzig e incluso Viena, Florencia y Zúrich.
UN 'SOUVENIR' INDISPENSABLE
Desde entonces, estos confesionarios fotográficos son parte del atrezo y de la cultura joven de Berlín, y sus fotografías, un souvenir indispensable. Lejos de las zonas turísticas tradicionales, la cabinas se han instalado en los barrios más jóvenes y en lugares de referencia como Holzmarkto la terraza Klunkerkranich. Pero otras se esconden en rincones menos visibles. Es el caso de la cabina instalada dentro de la discoteca Salon zur wilden Renate, una iniciativa que han seguido otros clubs por su cuenta. Una imagen nítida como colofón de otra noche borrosa en la capital del techno.
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Curiosamente, el primer prototipo de fotomatón de la historia lo inventó el alemán Conrad Bernitt en la Hamburgo de 1890, con un procesado que capturaba la imagen sobre un ferrotipo de metal. Sin embargo, no fue hasta 1923 cuando el ruso Anatol Josepho creó y patentó el sistema moderno con fotografía analógica. Presentado en Broadway, Nueva York, en 1925, se convirtió rápidamente en un éxito que hizo de su inventor un hombre rico. El avance de la tecnología digital relegó un estilo analógico que ahora ha vuelto a ponerse de moda.
Con Photoautomat, esta peculiar tira fotográfica se ha convertido en otra seña de la idiosincrasia de la capital alemana. Todo frigrorífico berlinés tiene recuerdos pegados en blanco y negro. —
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