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Olimpic Bar: brindis olímpicos
Si quieres celebrar el 25º aniversario de los juegos del 92 pero para ti el ajedrez ya es un deporte de alta intensidad, en el Olimpic Bar podrás hacerlo sin levantarte de la silla
Barcelona está de celebración: exposiciones, actos y libros del 25º aniversario de los Juegos Olímpicos del 92 llenan la ciudad. Aprovechando la ocasión, los amantes del fitness, el deporte y la vida sana han salido del armario. Todo el mundo se ha apuntado al' gym' (en inglés, que es más 'cool'), se ha pasado a los 'smoothies' 'détox' y se ha suscrito a Netflix y HBO para verlo en el móvil mientras practica 'running'.
Si para ti el ajedrez ya es un deporte de alta intensidad, estás de suerte: en el Olimpic Bar podrás unirte a esta explosión olímpica sin mover un dedo más allá de para pagar la cerveza.
AUTENTICIDAD EN UN RAVAL GENTRIFICADO
El Olimpic Bar lleva medio siglo observando a la gente de Barcelona desde su local en el número 25 de Joaquín Costa. Anteriormente llamado Bodegón, cambió su nombre en 1986, cuando Barcelona ganó la sede olímpica. Aunque cerró durante unos años, en el 2013 volvió a reabrir de la mano de sus nuevos propietarios, Jimena y Eric, que le reinyectaron la juventud que necesitaba para volver a ser relevante en la noche barcelonesa y no convertirse en otro trozo de historia que acaba en el olvido..
Pese a su reapertura, su estética no ha cambiado demasiado. El cartel del Olimpic Bar, que tiene 30 años, ya lo dice todo: estás ante un oasis de autenticidad en medio de un Raval cada vez más gentrificado. La última reforma es del 80 y, salvo algunas modificaciones (el color de pared y la iluminación), mantiene su esencia de bareto de barrio prácticamente intacta gracias a la barra original, las baldosas de los 70 que cubren el suelo, el ya mencionado letrero, y sus mesas y mobiliario, que destilan moda ochentera y noventera. No sería raro imaginarse a Ciudadanos grabando un espot aquí.
AURA 'RETRO'
Que su apariencia 'retro' -que algunos podrían llamar anticuada- no te engañe. Es un lugar joven y lleno de vida. "Nuestro bar es como una fiesta en casa", asegura Jimena. "No conoces a nadie, pero hay conexiones entre todos. Al final de la noche, todo el mundo se conoce, y se forman nuevos grupos de amigos". Quizá el secreto sean sus precios populares -cervezas nacionales a menos de dos euros- que permiten a todos pagarse el alcohol suficiente como para desparasitarse de vergüenza.
La carta ofrece, además, viajes en el tiempo a golpe de cóctel. Sus bebidas tienen nombre de antiguas sedes olímpicas e incluyen ingredientes típicos de allí. El Moscú 1980 lleva vodka, el Ciudad de México 1968, tequila y el Tokio 1964, sake. Puedes acompañar la bebida con su oferta de tapas. Por destacar un plato: sus nachos.
Gracias a su estética tan ecléctica y a una carta variada a unos precios razonables, se ha convertido en punto de interés de noctámbulos. Seas un nostálgico olímpico, un joven universitario, un hípster o un amante del 'trash', en esta joya de la Barcelona '92 encontrarás la forma de sentirte acogido.
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