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Y se hizo el silencio en la calle de Aragó

La cadena OD Hotels ha echado el ancla en la ciudad con un hotel moderno y cálido, de piel acristalada para que el barcelonés se acerque a su barra y manteles

LUJO TRANQUILOEn el sentido de las agujas del reloj, el restaurante, la barra de coctelería y una habitación.

LUJO TRANQUILOEn el sentido de las agujas del reloj, el restaurante, la barra de coctelería y una habitación.

Patricia Castán

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En plena calle de Aragó con Roger de Llúria cuesta imaginar un limbo de reposo urbano. Pero si alguien podía crear tanta quietud en medio del bullicio de motores es la cadena OD Hotels, conocida en Eivissa por el personalísimo sello de modernidad y confort de sus establecimientos. Y por sus ubicaciones, siempre estratégicas. En Barcelona no se han querido limitar a mimar al viajero. También han puesto al barcelonés en su diana para que pueda reinar -a corto plazo- en su planta baja.

Por eso, lo primero que llama la atención es la piel acristalada que envuelve el OD Barcelona en sus bajos, solo tamizada por un ligero estor para filtrar la visión de la calle. Quieren tentar al ciudadano para que cruce el umbral de un cinco estrellas y fluya, renegando de la etiqueta y los corsés del lujo.

Entre el auge de hoteles de máxima categoría que han brotado en la ciudad (este no es GL), hay que reconocerle el mérito de reinventar la antigua sede de Carburos Metálicos. Respetando, por imperativo urbanístico, la singular volumetría del edificio, en dos niveles, el estudio de arquitectura de Víctor Rahola ha hecho de las asimetrías una virtud. Para empezar, creando un doble muro y ventanas que blindan la entrada del mínimo sonido de la calle.

Como guinda, apuesta por los jardines verticales -el verde es aún incipiente pero en breve dará alegrías- que aporta un aire de oasis al edificio, que por un lateral se beneficia de lindar con el relajante pasaje de Méndez Vigo.

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El OD Barcelona ha logrado el reto de generar cierta proximidad. Una barra al otro lado del escaparate ya brinda la magia de la insonorización, ideal como punto de encuentro para tomar un café o un buen cóctel a la hora del 'afterwork'. La última copa tiene cabida en esta zona o en la coqueta terraza lateral que da al pasaje. A corto plazo la segunda terraza, en la azotea, está llamada a ser un 'meeting point' social.

ENVUELTO EN BAMBÚ

Más allá del vestíbulo, subiendo apenas unos escalones, se abre paso el espacio gastronómico, de líneas limpias y estilo nórdico. Enorme cocina abierta para dar paso a una carta a precios muy competitivos donde se puede tapear (pulpo, impresionantes croquetas, gyozas del día, buen jamón...) o adentrase en platos más elaborados pero informales, como su personalísimo brioche de bogavante o la jugosa costilla de ternera, amén de varios platos de fusión oriental, de pasta con swing, burgers gurmet y poderosos postres. A mediodía tendrán un menú completo de 25 euros.

En todo el espacio el bambú inspira muchas paredes y suelos, dando carácter al interiorismo de Mayte Matutes. Sus 98 habitaciones (con cinco suits y cuatro lofts, pero en general generosas) abundan en el uso de materiales nobles y sostenibles, con baños abiertos, enormes duchas y amenities de Etro. ¿El súmum? Aposentarse en la suite que tiene terraza y piscina propias. 

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