TEATRO

'Nina' y las nuevas formas teatrales

Raimon Molins cierra su deconstrucción de tres clásicos universales con una mirada a 'La gaviota', de Chéjov, de un gran impacto visual

'NINA' Y LAS NUEVAS FORMAS TEATRALES lo+ lo-_MEDIA_1

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JOSÉ CARLOS SORRIBES

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Es el cierre de la 'Trilogia de la Imperfecció' que ha propuesto esta temporada la activa e inquieta Sala Àtrium, a partir de tres personajes femeninos de la dramaturgia universal tan potentes como son Nora (de Henrik Ibsen), Julia (de August Strindberg) y Nina (de Anton Chéjov). En esta última, en la pieza del mismo nombre que hace una revisión de 'La gaviota', se escucha la frase que viene a ser el lema y legado de esta osada aventura escénica de Raimon Molins, el director de Àtrium. "¡Son necesarias formas nuevas!", dice el escritor frustrado Kostia, en presencia de Nina, la aspirante a actriz que persigue la utopía, aunque su fracaso no le haga dudar de un tiempo futuro mucho mejor. Lo sentenció Chéjov a través de uno de sus personajes y es algo que aún mantiene, más de un siglo después, plena vigencia.

Porque esas formas nuevas son las que ha planteado esta trilogía que ha jugado con la experimentación y el maridaje entre el lenguaje teatral y audiovisual. En el riesgo está siempre la clave de proyectarse hacia el futuro, con el peaje -inevitable, pero asumible por supuesto- de que las intenciones pueden ir no acompañadas del mejor resultado. No ha ocurrido así en una triple propuesta que, con sus imperfecciones, se cierra con un balance óptimo.

OTRA VUELTA DE TUERCA

Es en 'Nina' donde Molins da una vuelta de tuerca más a esta deconstrucción teatral. No se ha andado con chiquitas y, como era previsible, ha sometido el original a un recorte mayúsculo. La actriz novel Nina (Gal·la Sabaté) y el escritor frustrado Kostia (Jordi Llordella), enamorado de ella, son los dos únicos personajes que veremos en escena. Sí sobrevuelan en la pieza otros del original como la madre de Kostia, una veterana actriz de éxito en Moscú que ningunea a su hijo, y Trigorin, un renombrado autor por quien Nina se siente atraído sin ser en su caso correspondida.

La valiente apuesta de Molins tiene el pero de que puede provocar despiste en los espectadores no iniciados, en aquellos que no estén muy al tanto de 'La gaviota'. Porque su Nina arranca de forma muy atmosférica, sin que la protagonista pronuncie palabra, y gana más vuelo textual cuando dialoga con Kostia. Molins lo reduce todo a dos días, cuando el original se desarrolla en dos años. El primero de Nina sucede con la joven en Moscú donde no podrá cumplir su sueño, y la segunda escena, un día antes, en una casa de provincias. Por ahí se mueve Sabaté con una mirada intensa y un hacer idóneos para la desolación de Nina.

Llordella también da el tono de un desnortado Kostia. Igual de protagonista que ambos es una cuidada escenografía y un no menos brillante uso del vídeo, con proyecciones de sombras que crean esa atmósfera de ilusiones y fantasmas que persiguen a los dos. Responde, sin duda, a lo de buscar nuevas formas teatrales. Un objetivo sin fecha de caducidad.