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Cómo pasarse el día bailalalando

'La ciudad de las estrellas (La La Land)' ha recibido 7 Globos de Oro. Con esa excusa, revisamos los musicales en un reportaje con ritmo

MUEVE LOS PIESEmma Stone y Ryan Gosling 'bailalalando' sin parar.

MUEVE LOS PIESEmma Stone y Ryan Gosling 'bailalalando' sin parar.

Nando Salvà

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Muchos no lo reconocerán pero todos, alguna vez, hemos estado tentados de romper a cantar y bailar en plena calle. Nunca lo haremos, claro; el mundo no funciona así. Hollywood, en cambio, sí lo hace. Al menos sí solían hacerlo esos musicales producidos en los años 40 y 50, películas del todo faltas de cinismo y dotadas de una magia de la que el cine actual, pese a toda su aparatosidad, carece. Esas cualidades son las que trata de capturar la película de la que todo el mundo habla, 'La La Land' -en España, por algún motivo, han decidido llamarla 'La ciudad de las estrellas'-. Y lo hace mezclando varios ingredientes que todo musical que aspire a revivir las glorias de la época dorada del género debería tener.

Un repertorio de lujo. Sin buenas canciones no hay nada que hacer. Y, para tomar ejemplo, nada mejor que fijarse en '<strong>Cabaret</strong>' (1972), esa maravilla de Bob Fosse ambientada en la Alemania de los 30 en la que la música ayuda a aceptar el cruel destino del nazismo. Coplas increíblemente seductoras que se nos alojan en la mente como un dulce veneno en buena medida porque las interpreta Liza Minnelli y las acompañan coreografías del propio Fosse. ¿Existe mejor número musical filmado en toda la historia que 'Mein Herr'?

Pasos de baile que deslumbren y, sobre todo, que se vean. Mientras actualizaba la tragedia de Romeo y Julieta, '<strong>West Side Story</strong>' (1960) no solo nos hizo creer que las pandillas callejeras podían bailar ballet. También nos ofreció aparatosos números musicales en planos largos, que nos dejaban ver los cuerpos enteros de los bailarines y la precisión de sus movimientos. Nada que ver con '<strong>Moulin Rouge!</strong>' (2001), por ejemplo, que recurrió a los trucos de montaje para crear la ilusión de que Nicole Kidman podía bailar como Rita Moreno. Desde la primera escena de 'La La Land', en la que aburridos conductores atrapados en la autopista deciden salir de sus vehículos y convertir un atasco en algo parecido a un anuncio veraniego de Estrella Damm, el director Damien Chazelle se pone claramente del lado de 'West Side Story'.

{"zeta-legacy-image-100-barcelona":{"imageSrc":"https:\/\/estaticos.elperiodico.com\/resources\/jpg\/1\/5\/1484157765751.jpg","author":null,"footer":"\u2018Cantando bajo la lluvia\u2019 sin pillar un resfriado."}}El 'showbiz' como trasfondo. La materia prima de toda película musical que se precie son los sueños que pellizcan el alma de aquellos que ansían el calor de los focos, como por ejemplo una aspirante a actriz y un pianista de jazz -es decir, Emma Stone y Ryan Gosling en 'La La Land'-. El mundo del espectáculo es el universo en el que transcurren exponentes del género como '<strong>Chicago</strong>' (2002) o '<strong>Hairspray</strong>' (2007) o, por supuesto, '<strong>Cantando bajo la lluvia</strong>' (1952), el más célebre entre todos los musicales. Chazelle ha reconocido su influencia, pero no habría hecho falta: la nueva película está llena de citas al clásico de Stanley Donen, que visto en perspectiva funciona a la vez como lamento por la desaparición del cine musical de nuestras pantallas y manifiesto en pos de su regreso. Igual que 'La La Land'.

Un romance apasionado. Todos los musicales usan las canciones para expresar grandes sentimientos, que tarde o temprano se ven amenazados. Los amantes se ven obligados a afrontar sacrificios y compromisos, y conflictos entre sus sentimientos amorosos y sus ambiciones artísticas. Ese, por ejemplo, fue el asunto que trató Martin Scorsese en '<strong>New York, New York</strong>' (1977). La tumultuosa relación que Francine Evans y Jimmy Dorsey (Lizza Minnelli y Robert De Niro) mantenían en ella guarda similitudes no especialmente sutiles con las idas y venidas en el romance entre Mia y Sebastian (Stone y Gosling). Los finales felices son esquivos, incluso en las películas.

{"zeta-legacy-image-100-barcelona":{"imageSrc":"https:\/\/estaticos.elperiodico.com\/resources\/jpg\/0\/1\/1484157705210.jpg","author":null,"footer":"Unidos por el saxo en \u2018New York, New York\u2019."}}La pareja bien avenida. Gene Kelly y Leslie Caron; o Gene Kelly y Debbie Reynolds; o Fred Astaire y Cyd Charisse o, cómo no, Fred Astaire y Ginger Rogers, la pareja de baile más famosa de la historia. Sus mejores coreografías están en títulos como '<strong>La alegre divorciada</strong>' (1934), '<strong>Sombrero de copa</strong>' (1935) y '<strong>Ritmo loco</strong>' (1937). También en '<strong>En alas de la danza</strong>' (1936), que Stone y Gosling homenajean en 'La La Land' primero bailando claqué en un parque al anochecer y, después, a ritmo de vals mientras, literalmente, vuelan. En todo caso, nos quedamos con los originales.

Explosiones cromáticas. A poder ser como las que encadenó el gran Jacques Demy en '<strong>Los paraguas de Cherburgo</strong>' (1964), retrato de un universo en el que las luces de neón de una gasolinera son tan cegadoras y románticas como los fuegos artificiales. La La Land se nutre de ese romanticismo que Demy confeccionó con colores primarios, también en '<strong>Las señoritas de Rochefort</strong>' (1967), aunque en lugar de aplicar ese tinte a las calles francesas lo hace a los clubes de jazz y los estudios de Hollywood. 

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