TEATRO

Viaje al corazón de las tinieblas

'Islàndia', escrita por Lluïsa Cunillé y dirigida por Xavier Albertí, nos pone frente a la Gran Recesión de esta década

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José Carlos Sorribes

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Al hablar de Islandia se nos aparece de inmediato un paisaje remoto e incluso idílico, alejada tierra de vikingos que viven un mundo aparte. Pero no siempre ha sido así. Pudo comprobarse con la enorme sacudida financiera que sufrió el país como uno de los signos de la Gran Recesión, la crisis de Lehman Brothers, la crisis de las 'subprime', las inmorales hipotecas de alto riesgo que dejaron al capitalismo -se decía entonces en un pronóstico más bien erróneo vistos los acontecimientos- contra las cuerdas.

La esperada última pieza de Lluïsa Cunillé, voz capital de la dramaturgia catalana, lleva el título de este país del extremo noroeste de Europa. Escrita en la época del advenimiento fatal, hace una década, Cunillé ha dejado en manos de Xavier Albertí -su director de cabecera, cómplice eterno y responsable artístico del Teatre Nacional de Catalunya- el viaje iniciático de un joven islandés de 15 años al corazón de la tiniebla financiera, a Nueva York, el centro del mundo. Un trayecto, personal y colectivo, sobre el adiós a la inocencia.

Cunillé ha escrito un texto que quiere ser grande, aunque solo sea por su ubicación espacial y su mirada al fondo de la crisis. Una obra, sin duda, exportable. Y que pide paciencia y visita reposada. Su principal valor está en las estampas individuales que conforman el tenebroso paisaje. Son los personajes que se encontrará en la Gran Manzana el adolescente que viaja hasta allí en busca de su madre. Cada uno de ellos (un inventor, un médico, una vendedora de cachivaches, el vigilante de una perrera, la pareja de la madre, un vendedor ambulante de hot dogs y hamburguesas, un inversor arruinado de Wall Street...) está descrito en la gran tradición del relato corto. Pinceladas precisas, rotundas, que te dejan la sensación de que quieres saber más de todos ellos. Cada encuentro supone una dura etapa en un viaje nada graficante -quien más quien menos quiere sablear al protagonista- hacia un destino poco (o nada) feliz. Ni el reencuentro con la madre, una tiradora de cartas que se refugia en la catedral de Saint Patrick, es gratificante.

EN MANOS DE UN DEBUTANTE

La puesta en escena, en la imponente escenografía realista de Max Glaenzel que recrea un pasillo del metro neoyorquino, y la dirección de Albertí acompañan al texto de Cunillé de forma sugerente. Acaba resultando un acierto dejar el rol del adolescente, de quien no sabemos ni el nombre, en manos de un debutante. Es un personaje metafórico respecto a esa pérdida de la inocencia, de la ilusión, que provocó la crisis. Él representa a la propia Islandia, tan pequeña en una crisis de tan gigantescas dimensiones. Abel Rodríguez, con su tono bajo, casi ni actúa (lo que no es fácil) y ejerce de interlocutor del resto. Ellos son los que nos desgranan ese panorama decadente, oscuro, lleno de vidas engañadas y cuesta abajo.

Joan AngueraLurdes BarbaOriol GenísAlbert PratJoan CarrerasAlbert Pérez y Àurea Márquez componen un gran mosaico de perdedores en el que nos llegamos a sentir reflejados, tanto como en el propio joven islandés. La crisis nos sacudió y sacude a todos. En Nueva York y en Móra la Nova.