TEATRO

Irina se aburre en sus cumpleaños

Fiesta grande en La Villarroel, aunque los personajes se lo pasen de pena. Eso sí, alcohol no falta: es 'Els tres aniversaris'

IRINA SE ABURRE EN SUS CUMPLEAÑOS lo+ lo-_MEDIA_1

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IMMA FERNÁNDEZ

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Son cultas, porque así lo quisieron sus intelectuales progenitores, pero se aburren más que una marmota. Analfabetas emocionales, aprendieron la filosofía de Heidegger pero no les enseñaron a vivir. Irina, Masha y Olga se limitan a deambular por el mundo condenadas a la infelicidad. Ese es su destino y de ahí no se mueven.

Lo mismo les sucedía a las desencantadas criaturas de 'Las tres hermanas', el clásico de Chéjov que ha revisitado, muy libremente, la alemana Rebekka Kricheldorf para su estupenda 'Villa Dolorosa', que ha llegado con título más festivo a su versión catalana: 'Els tres aniversaris'.

La fiesta es en La Villarroel, hasta el 11 de junio, bajo la aplicada y ágil dirección de Jordi Prat i Coll. Son tres cumpleaños, los de Irina, que el público disfruta mucho más que los personajes, almas en pena incapaces de reaccionar a sus propias torpezas; de alegrarse la vida en el presente, dejando atrás las lamentaciones del pasado y la incertidumbre del futuro.

Así pasan las horas en Villa Dolorosa. Ebrias de apatía y sin dar un palo al agua. Excepto Olga, muy currante pero igualmente frustrada. El hermano, Andrei, es más de lo mismo: un holgazán aspirante a novelista. Pero llega un día con novedad: se ha echado novia. Un pibón, Janine, en el extremo de la inútil sabiduría familiar, embarazada y de armas tomar. A la que se desmelena, arrasa con todos y todo.

ESPLÉNDIDO ELENCO

Las excelentes interpretaciones son otra de las grandes bazas de esta comedia descarnada, reflejo de una sociedad estancada y decadente, con miedo a los cambios. Rosa Boladeras se luce, estupenda, metida en el patetismo cómico de Irina, la eterna estudiante, empeñada en celebrar por todo lo alto sus aniversarios sin conseguirlo.

Anna Alarcón se sumerge en la melancolía de Masha, anclada en un matrimonio sin amor y a la que no le servirá de nada echarle el anzuelo a Georg (Albert Triola), otro torpe emocional, casado con una histérica a su pesar. Victòria Pagès es Olga que, ella sí trabajadora, lleva sus quejas a su indeseada ascensión profesional: de maestra a directora.

La ristra de fracasados la completa Joan Negrié, en el pellejo del pusilánime Andrei, mientras que Miranda Gas viste a una Janine que -al revés de todos esos caracteres amodorrados- pisa y pisotea con garbo para cumplir sus deseos.

La escenografía enmarca con efectividad el patético retrato familiar. Cuando nace el primer crío de Janine y Andrei, aparece una enorme fotografía del bebé ocupando toda una pared, y lo mismo sucederá con la llegada del segundo hijo.

Allí manda la madre que los parió, la cuñada de esas tres hermanas embriagadas de tedio y fracasos. El pobre Andrei, marioneta suya, acabará haciendo de canguro para que ella se pueda ir de fiesta.